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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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convirtiéndose lentamente en realidades. Aprendió de cien maneras distintas a controlar<br />

la ilimitada energía que conservaba en sagrado depósito, para el bien de los slans y los<br />

seres humanos a la vez.<br />

Descubrió que la efectividad de la invención de su padre era el resultado de dos<br />

hechos básicos: que la fuente de energía podía ser tan diminuta como algunos granos de<br />

materia, y que el efecto no tenía necesariamente que adoptar la forma de calor. Podía ser<br />

convertido en movimiento o vibración, en radiación y, directamente, en electricidad.<br />

Comenzó a construir un arsenal. Transformó una montaña cercana al rancho en<br />

fortaleza, sabiendo que sería insuficiente contra un ataque de conjunto, pero siempre era<br />

algo. Con una ciencia protectora todavía más vasta a su disposición, sus investigaciones<br />

adquirieron un carácter más determinado.<br />

Jommy Cross parecía seguir siempre caminos que relucían más allá de lejanos<br />

horizontes, o llevaban a extrañas ciudades, todas ellas pobladas de interminables<br />

ejemplares de seres humanos. El sol salía y se ponía, y volvía a salir y ponerse, y había<br />

también melancólicos días de lluvia e incontables noches. Pese a que estaba siempre<br />

solo, la soledad no lo afectaba, porque su alma desbordante se nutría de la insaciada<br />

ansia y del tremendo drama que cotidianamente se representaba ante sus ojos. Doquiera<br />

fijase su atención, encontraba la organización de los slans sin tentáculos, y semana tras<br />

semana aumentaba su preocupación. ¿Dónde estaban los verdaderos slans?<br />

El misterio era un problema sin solución que no lo abandonaba un momento. Seguía<br />

sus pasos mientras caminaba lentamente por una calle de su centésima... ¿o era<br />

milésima ciudad?<br />

La noche cerraba sembrada de iluminadas ventanas de las tiendas y cien millones de<br />

deslumbradoras luces. Se detenía ante un puesto de periódicos y compraba todos los de<br />

la ciudad; después regresaba a su coche, aquella nave de guerra especial sobre ruedas<br />

de aspecto ordinario que no se apartaba jamás de su vista. El viento fresco de la noche<br />

volvía las hojas de los periódicos mientras él recorría rápidamente sus columnas.<br />

El viento refrescó un poco y trajo a su olfato un relente de lluvia. Una ráfaga de viento<br />

hizo presa sobre la hoja de papel, la desgarró, la hizo revolotear por el aire y se la llevó<br />

calle abajo jugueteando con ella. Dobló cuidadosamente el periódico para protegerlo de la<br />

furia del viento y subió a su coche. Una hora después arrojaba los siete periódicos al<br />

cesto de los papeles de la acera. Reflexionando profundamente volvió a subir al coche y<br />

se sentó al volante.<br />

La vieja historia de siempre. Dos de los periódicos eran de los slans enemigos. Le era<br />

difícil observar la sutil diferencia, la coloración especial de los artículos, la misma forma<br />

como eran usadas las palabras, las distintas diferencias entre los periódicos humanos y<br />

los dirigidos por los slans. Dos periódicos de siete. Pero aquellos dos eran los de mayor<br />

circulación. Era un promedio normal.<br />

Y, una vez más, esto era todo. Seres humanos y slans sin tentáculos. Ningún tercer<br />

grupo, ninguna de las diferencias que sabía le indicarían que un periódico era redactado<br />

por los verdaderos slans si su teoría era cierta. Sólo quedaba procurarse todas las<br />

revistas semanales, pasar la noche como había pasado el día, deambulando por las<br />

calles, analizando cada casa, cada cerebro de los transeúntes; y en aquel momento,<br />

mientras se dirigía hacia el extremo oriental más lejano de la ciudad, la tormenta se<br />

desencadenó sobre ésta como una bestia feroz en medio de la noche oscura. Tras él, la<br />

noche y la tempestad se tragaban otra ciudad, otro fracaso.<br />

El agua yacía sombría e inmóvil alrededor de la nave aquel tercer año en que Jommy<br />

Cross regresó al túnel. Anduvo hundiéndose en el barro, dirigiendo la devoradora energía<br />

de sus instrumentos atómicos sobre el herido casco de metal.<br />

El acero de diez puntos se había fundido alrededor del agujero que su desintegrador<br />

había abierto el día en que escapó de los cruceros slans. Durante toda una interminable<br />

semana una monstruosa máquina fue mordiendo pulgada. por pulgada la superficie de la

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