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seguirá siendo una barrera a la ocupación mundo. Hasta que el problema haya sido<br />
resuelto con justicia y psicológica cordura, el empleo de la fuerza será un negro crimen.»<br />
Jommy no pensaba así. Allí estaba la prueba. Su padre no había llevado consigo<br />
siquiera el arma que hubiera podido salvarlo. Había aceptado la muerte, antes que hacer<br />
uso de ella.<br />
Frunció el ceño. La nobleza estaba muy bien, quizá había vivido demasiado tiempo<br />
entre los humanos para sentirse un verdadero slan, pero no podía alejarse de la<br />
convicción de que luchar era mejor que morir.<br />
La idea fue reemplazada por el temor. No había tiempo que perder. ¡Tenía que salir de<br />
allí y pronto! Se metió el arma y los papeles en los bolsillos. Después, volviendo a meter<br />
la caja vacía en su hueco, cerró la losa de mármol. Recorrió veloz mente los corredores,<br />
subió la escalera y se detuvo a la vista del lavabo. Un momento antes estaba silencioso y<br />
vacío; ahora estaba atestado de hombres. Se detuvo, indeciso, esperando que su número<br />
disminuyese.<br />
Pero unos entraban y otros salían, sin que disminuyese su número ni el barullo que<br />
reinaba en el recinto. La excitación, el temor, las preocupaciones; pocos eran los hombres<br />
cuyos cerebros se diesen cuenta de que estaban ocurriendo grandes cosas. Y el eco de<br />
esta realidad llegó al cerebro de Jommy a través de las barreras de acero de la puerta.<br />
Mientras, esperaba en la penumbra. A distancia, el timbre seguía sonando<br />
insistentemente la alarma y le dictaba finalmente lo que debía hacer. Agarrando el arma<br />
con una mano sin sacarla del bolsillo, abrió la puerta y volvió a cerrarla suavemente,<br />
atento a la menor señal de peligro.<br />
Pero el compacto grupo de hombres no prestó la menor atención a él cuando se abrió<br />
paso y salió a la calle... El pavimento estaba lleno de gente y la muchedumbre avanzaba<br />
por las aceras. Se oían los silbatos de la policía, rugían los altavoces, pero nada podía<br />
dominar el anarquismo de la multitud. Todo tránsito había cesado. Sudando y lanzando<br />
maldiciones, los conductores de los vehículos se apeaban para mezclarse con la<br />
muchedumbre delante de los altavoces de las calles defendidos por las ametralladoras.<br />
«No se sabe nada cierto. Nadie sabe exactamente si la nave slan aterrizó en el palacio<br />
o dejó caer un mensaje antes de desaparecer. Nadie la vio aterrizar, nadie la vio<br />
desaparecer. Es posible que la hayan derribado, pero es posible también que en estos<br />
momentos los slans estén conferenciando con Kier Gray. Corre ya este rumor, pese a la<br />
ambigua declaración hecha hace unos minutos por el propio Kier Gray. Para ilustración de<br />
los que no hayan oído, la repetiré. Señoras y caballeros, la declaración de Kier Gray dice<br />
así:<br />
»No os excitéis ni alarméis. La extraordinaria aparición de la nave slan no ha alterado<br />
en lo más las respectivas posiciones de los slans y los humanos. Controlamos<br />
absolutamente la situación. No pueden hacer más que lo que han hecho hasta ahora, y<br />
aun así dentro de las más rígidas limitaciones. El número de seres humanos es<br />
probablemente de varios millones por cada slan, y en estas condiciones no osarán jamás<br />
entablar una lucha franca y abierta contra nosotros. Calmad, pues, vuestros corazones...<br />
»Esta, señoras y caballeros, ha, sido la declaración hecha por Kier Gray después del<br />
sensacional acontecimiento del día. El consejo está reunido en sesión permanente desde<br />
esta declaración. Lo repito, no se sabe nada más a ciencia cierta. No se sabe sí la nave<br />
slan ha aterrizado, pero nadie la ha visto desaparecer. Sólo las autoridades saben la<br />
verdad de lo ocurrido, y ya sabéis la declaración hecha sobre este punto por el propio Kier<br />
Gray. Si la nave de los slans ha sido derribada o...<br />
La charla seguía y seguía... Una y otra vez se repetía la declaración hecha por Kier<br />
Gray, los mismos rumores la acompañaban. Todo aquello se convertía en una especie de<br />
zumbido en el cerebro de Jommy, un rugir sin significado de los altavoces, una monotonía<br />
de ruidos. Pero permanecía allí esperando alguna información adicional, ardiendo con el<br />
refrenado deseo de quince años de saber algo de los demás slans.