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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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negligencia podía acarrearle la muerte. Cada movimiento tenía que incluir el cálculo de un<br />

riesgo.<br />

Era una línea de conducta a la cual Kathleen tendría que acostumbrarse. La osadía en<br />

llevar a cabo una misión determinada frente al peligro era una cosa. El descuido era otra.<br />

- Voy a preparar un poco de comida mientras tu recoges las cosas que quieras llevarte<br />

- dijo la muchacha alegremente -. Debe haber obscurecido ya.<br />

Jommy miró su reloj y asintió. Dentro de dos horas sería medianoche. La obscuridad<br />

ocultaría su vuelo.<br />

- ¿Dónde está la cocina más próxima? - preguntó.<br />

- Allá abajo - dijo ella señalando la hilera de puertas con el brazo.<br />

- ¿A qué distancia?<br />

- Unos treinta metros. Jommy, veo cuán inquieto estás - añadió frunciendo el ceño -.<br />

Pero si vamos a formar una pareja, uno de nosotros tiene que hacer una cosa mientras el<br />

otro hace otra.<br />

La vio alejarse inquieto preguntándose si la adquisición de una compañera sería bueno<br />

para sus nervios. Él, que se había acostumbrado a todos los riesgos que lo amenazaban,<br />

tendría que acostumbrarse ahora a la idea de que ella tenía que correrlos también.<br />

No era que hubiese riesgo alguno de momento. El lugar estaba silencioso. Ni el menor<br />

ruido y, a excepción de Kathleen, ni el menor latido mental de un pensamiento. Los<br />

perseguidores, los buscadores y los que elevaban las barreras que había visto durante el<br />

día, debían estar ya durmiendo, o a punto de retirarse.<br />

Vio a Kathleen entrar por una puerta y calculó que estaba a unos doscientos cincuenta<br />

metros.<br />

Y se disponía a apearse del coche cuando llegó a su mente una llamada suya, urgente,<br />

alta, vibrante:<br />

- ¡Jommy, se abre la pared! ¡Alguien...!<br />

Súbitamente su pensamiento se quebró y empezó a transmitirle las palabras de otro<br />

hombre.<br />

- ¡Vaya, pues si es Kathleen! - iba diciendo John Petty con fría satisfacción -. ¡Y sólo al<br />

cincuenta y sieteavo escondrijo que he visitado! Lo he hecho personalmente; desde luego,<br />

porque pocos otros seres humanos serian capaces de impedir que tengas aviso de su<br />

aproximación. Además, es una misión que no puede ser confiada a nadie. ¿Qué te parece<br />

la psicología de abrir estas entradas secretas en la cocina? Por lo visto también los slans<br />

se llevan el estómago de viaje...<br />

Bajo los rápidos dedos de Jommy el coche pegó un salto hacia adelante. Captó la<br />

respuesta de Kathleen, fría y pausada:<br />

- ¿Con que me has encontrado, Mr. Petty? - Adoptó un topo de mofa -. ¿Debo quizá<br />

implorar tu merced?<br />

- La merced no es precisamente mi punto flaco - respondió el otro en tono helado -. Ni<br />

acostumbro a demorarme cuando una oportunidad desde tanto tiempo esperada se me<br />

ofrece...<br />

- ¡Jommy, pronto!<br />

El disparo repercutió en su cerebro. Durante un terrible momento de intolerable tensión,<br />

la mente de la muchacha detuvo la muerte que la bala en el cerebro le había causado.<br />

- ¡Oh, Jommy... y hubiéramos podido ser tan felices!... ¡Adiós, amor mío...!<br />

Totalmente desfallecido, Jommy siguió la fuerza de la vida que se iba desvaneciendo<br />

de la mente de la muchacha. El negro muro de la muerte borró súbitamente en él la<br />

imagen de la que había sido Kathleen.<br />

XV

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