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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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simultáneos. Sabía que algún día aquello tenía que ocurrir, que un día u otro encontraría<br />

un verdadero slan. Pero para Kathleen que no había tenido nunca que ocultar sus<br />

pensamientos, la sorpresa fue devastadora. Trató de recobrar el dominio de sí misma y<br />

vio que era imposible. La cortina mental tan raras veces usada estaba fuera de uso.<br />

El noble orgullo saturaba el chorro de ideas que brotó en aquel instante de su mente<br />

como un libro abierto y sin protección. Orgullo y una dorada humildad. Una humildad<br />

basada en una profunda sensibilidad, en una inmensa comprensión que equivalía a la<br />

suya, pero que carecía del temperamento de luchar contra un peligro sin fin. Había en ella<br />

una cálida bondad de corazón que había, sin embargo, conocido el resentimiento y las<br />

lágrimas, y se había enfrentado con un odio sin fin.<br />

Y entonces la mente de la muchacha se cerró, y permaneció con los ojos muy abiertos,<br />

mirándolo. Pasado un momento volvió a abrir su pensamiento y dejó que sus ideas<br />

llegasen a él.<br />

No debemos permanecer aquí. Llevo ya demasiado tiempo. Debes haber leído ya en<br />

mi pensamiento que la policía me busca y lo mejor que podemos hacer es marcharnos<br />

inmediatamente.<br />

Cross permaneció inmóvil, mirándola con el brillo en los ojos. A cada segundo que<br />

pasaba su mente se extendía más, todo su cuerpo sentía el ardor del júbilo. Era como si<br />

le quitasen de encima un peso intolerable. Durante todos aquellos años todo había<br />

dependido de él. Aquella arma que le habían confiado para la creación del mundo futuro,<br />

le parecía algunas veces la espada de Damocles suspendida sobre el destino de los slans<br />

y los humanos, por el tenue hilo de su vida. Y ahora habría el hilo de dos vidas para<br />

mantenerla.<br />

No era un pensamiento, sino una emoción; una emoción a la vez triste, dulce y<br />

gloriosa. Un hombre y una mujer, solos en el mundo, se encontraban de aquella forma,<br />

como su padre y su madre se habían encontrado, hacía mucho tiempo. Jommy sonrió<br />

ante el recuerdo y abrió su mente a ella. Movió la cabeza.<br />

- No, inmediatamente no. He leído en tu mente que en la ciudad subterránea hay<br />

maquinaria y quisiera verla. No te preocupes por el peligro - dijo sonriendo para<br />

tranquilizarla -. Tengo armas que los humanos no pueden equiparar y este coche es un<br />

medio infalible de huida. Puede llevarme prácticamente a cualquier parte. Espero que<br />

habrá sitio para él en el subterráneo.<br />

- ¡O, sí! Primero se baja por unos ascensores, después se puede ir adonde se quiera.<br />

Pero no debemos demorarnos.<br />

Más tarde, Kathleen le repitió sus dudas.<br />

- No creo que debamos quedarnos aquí. Veo en tu pensamiento que posees armas<br />

maravillosas y que tu coche está hecho de un metal que llamas acero de diez puntos.<br />

Pero tienes demasiada tendencia a prescindir de los seres humanos. ¡No debes hacerlo!<br />

En su lucha con los slans, hombres como John Petty tienen el cerebro de un poder<br />

anormal. Y John Petty no se detendrá ante nada con tal de destruirme. Ahora mismo su<br />

red debe estar cerrando estrechamente los diversos refugios donde podría esconderme.<br />

Jommy Cross la miró con la turbación en los ojos. A su alrededor se extendía el silencio<br />

de la ciudad subterráneo; las un día blancas murallas se elevaban orgullosamente hacia<br />

los techos agrietados, las hileras e hileras de columnas, estaban mas deterioradas por el<br />

peso de los años que por el de la tierra que tenían encima. A su izquierda veía el principio<br />

de un vasto jardín artificial que se extendía a lo lejos y el arroyo que suministraba el agua<br />

a aquel pequeño mundo subterráneo. A la derecha se extendía una larga hilera de<br />

puertas; las paredes de plástico relucían con una brillantez melancólica.<br />

Un pueblo entero había vivido allí y fue expulsado por sus implacables enemigos, y la<br />

amenazadora atmósfera de la huida parecía saturar todavía el aire. Dirigiendo una mirada<br />

a su alrededor. Jommy juzgó que la ciudad debió ser evacuada hacía no más de

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