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combinación cedió y un segundo pensamiento llegó a él a través de una segunda emisora<br />
Porgrave.<br />
«La puerta estará abierta ya. Es un túnel sumamente estrecho que penetra hacia abajo<br />
por una profunda oscuridad. La boca está en el centro del grupo ecuestre a cien pies<br />
hacia el norte. Ten valor...»<br />
No era valor lo que le faltaba. Era tiempo. Cien pies al norte, hacia el palacio, hacia<br />
aquellos amenazadores fuertes. Cross se rió en voz baja. El antiguo constructor de la<br />
entrada secreta había buscado un complicado lugar para realizar su ingenuo proyecto.<br />
Siguió avanzando, pese a que la dura voz saltó nuevamente.<br />
- ¡Eh, tú, allí! ¡Detente en el acto o hacemos fuego! ¡Vuelve a tu sitio y considérate<br />
arrestado! ¡En seguida!<br />
- ¡Tengo un mensaje muy importante que transmitir! - gritó Cross, tratando de asemejar<br />
su voz a la del capitán dentro de los límites de lo posible. ¡Urgente!<br />
Y siguió andando. Pero la respuesta no se hizo esperar.<br />
- ¡No hay urgencia que justifique una tal infracción de los reglamentos! ¡Regresa<br />
inmediatamente a tu puesto! ¡Ultima advertencia...! ¡Regresa ahora mismo!<br />
Cross permanecía mirando el diminuto orificio del suelo y el desfallecimiento se<br />
apoderó de él, una aguda claustrofobia, la primera que había experimentado, negra y<br />
terrible, como el mismo túnel. ¡Meterse en aquella madriguera, con su potencialidad de<br />
sofocación, posiblemente para ser enterrado vivo en aquella astuta trampa ideada por los<br />
humanos! No había ninguna certidumbre de que no hubiesen descubierto aquel<br />
escondrijo como habían encontrado tantos otros refugios de los slans.<br />
Pero la cosa era urgente. Un torrente de sibilantes pulsaciones llegó a él desde detrás<br />
de los árboles, susurros que vibraban en su cerebro como suaves contactos físicos.<br />
Alguien estaba diciendo:<br />
«Sargento, prueba tu fusil sobre él...»<br />
- ¿Y el caballo este de la estatua, capitán? Sería una lástima estropearlo.<br />
- Apunta a las piernas y después a la cabeza. Y nada más. Apretando los dientes, con<br />
el cuerpo rígido y recto, las manos levantadas por encima de la cabeza, saltó al agujero<br />
con los pies por delante, como el nadador que se zambulle, y cayó tan perfectamente en<br />
el agujero que transcurrieron algunos segundos antes de que sus ropas rozasen la pared<br />
vertical.<br />
Los muros eran lisos como el cristal y había recorrido un considerable trecho en caída<br />
libre cuando empezó a apartarse de la vertical. La fuerza de la fricción se hizo más fuerte<br />
y en el espacio de algunos segundos la rampa fue acercándose a la horizontal. Su<br />
vertiginosa velocidad se modero. Vio un leve resplandor delante de él y en el acto salió a<br />
un corredor de bajo techo tenuemente iluminado. Seguía bajando todavía, pero el camino<br />
iba enderezándose rápidamente. Finalmente el recorrido terminó y se encontró echado de<br />
espaldas, en el suelo, dándole vueltas todo lo que veía.<br />
Una docena de luces giratorias que veía sobre su cabeza fueron reduciendo su círculo<br />
y se convirtieron en una sola bombilla que despedía una triste refulgencia; una luz tenue,<br />
casi inútil, que brotaba del techo y se perdía antes de llegar al suelo. Cross se puso de pie<br />
y vio un signo en la pared lo suficientemente alto para quedar iluminado por la luz. Se<br />
estiró y leyó:<br />
«Estás ahora a dos millas bajo la superficie. El túnel que tienes detrás está bloqueado<br />
por compuertas de acero y cemento que has accionado durante tu caída. Necesitarás una<br />
hora para llegar al palacio. Está prohibido a los slans entrar en el palacio bajo severas<br />
penas. ¡Atención!»<br />
Sintió un escozor en la garganta y aunque trató de ahogar el estornudo, se produjo<br />
seguido de media docena más. Las lágrimas corrieron por sus mejillas. Le pareció que la<br />
luz era más tenue ahora que cuando había entrado en el corredor. La larga hilera de luces