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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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No encontraba ni cerradura ni pestillo. Y sin embargo, debía haber algo que cerraba la<br />

caja... ¡Pronto, pronto! ¡Dentro de pocos minutos los hombres podían pasar por allí!<br />

La penumbra que reinaba en el largo corredor, el olor a humedad, la idea de los<br />

gruesos cables eléctricos que distribuían millones de voltios por la ciudad que tenía<br />

encima, todo aquel mundo de catacumbas que lo rodeaba, e incluso los recuerdos de su<br />

pasado..., éstas eran las ideas que se atropellaban por el cerebro de Jommy mientras<br />

contemplaba la caja de metal. Recordaba a Granny borracha y el misterio de los slans, y<br />

todo se mezclaba a los pasos de los hombres que se iban acercando. Los oía claramente<br />

ya, que se dirigían hacia él.<br />

Silenciosamente, tiró de la tapa de la caja haciendo un supremo esfuerzo, y ésta se<br />

levantó tan fácilmente que estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio. Se encontró<br />

frente a una especie de gruesa barra de metal puesta sobre un montón de papeles. No<br />

experimentó la menor sorpresa. Sintió, al contrario, un cierto alivio al encontrar intacto<br />

algo que sabia que estaba allí. Era sin duda también obra del hipnotismo de su padre.<br />

La barra de metal tenía unos cinco centímetros de diámetro en el centro, afilándose<br />

hacia las dos puntas. Una de ellas era rugosa, sin duda posible para facilitar una mejor<br />

presa. En la parte más gruesa había un pequeño botón que el pulgar podía fácilmente<br />

apretar. El instrumento parecía despedir una tenue luz propia. Este resplandor y la luz<br />

difusa del corredor le permitieron leer sobre el papel que contenía la caja estas palabras:<br />

Esta es el arma. Úsala sólo en caso de absoluta necesidad.<br />

Durante un momento Jommy quedó tan absorbido en su contemplación que no se dio<br />

cuenta de que los hombres estaban frente a él. Brilló un destello.<br />

- ¡Qué diablos!... - rugió uno de los hombres - ¡Manos arriba, eh!<br />

Era el primer peligro personal y auténtico en que se encontraba desde hacía seis años<br />

y le parecía irreal. Lentamente acudió a él la idea de que los humanos no eran muy<br />

rápidos en sus reflejos. Cogió el arma de la caja y sin darse siquiera cuenta de lo que<br />

hacía, apretó el botón.<br />

Si alguno de los hombres hizo fuego, la detonación se perdió en el rugido de la blanca<br />

llama que brotó con un inimaginable violencia de la boca del tubo. Un instante después,<br />

aquellos tres hombres violentos, amenazadores, vivos, habían desaparecido, eliminados<br />

por la explosión de aquel terrible fuego.<br />

Jommy miró su mano. Temblaba. Y entonces sintió una especie de congoja al pensar<br />

que había privado de la existencia a tres vidas. La visión borrosa fue fijándose y sus ojos<br />

perdieron su expresión de asombro. Y al mirar hacia el extremo del corredor vio que éste<br />

estaba vacío. Ni un hueso, ni un fragmento de carne o jirón de ropa quedaba para probar<br />

que allí habían habido hacía un instante tres seres vivos. En la parte del suelo, donde<br />

había llegado la abrasadora incandescencia, había una ligera concavidad, tan ligera que<br />

probablemente no sería nunca observada.<br />

Trató de que sus dedos dejasen de temblar; lentamente su sensación de malestar fue<br />

desapareciendo. No había motivo para inquietarse. Matar era una acción violenta, pero<br />

aquellos tres hombres no hubieran vacilado un instante en matarlo a él, como tantos otros<br />

slans que habían perecido a causa de las patrañas que todo este pueblo refería,<br />

aniquilándolos sin la más ligera resistencia. ¡Malditos todos ellos!<br />

Durante un momento sintió una violenta emoción. ¿Era posible - se decía - que los<br />

slans se hiciesen crueles al hacerse viejos y no sintiesen menor remordimiento al dar la<br />

muerte, como la sentían tampoco los humanos al darla a los slans. Su mirada se posó<br />

sobre la hoja de papel su padre había escrito:<br />

...el arma. Úsala sólo en caso de absoluta necesidad.<br />

Mil y otros ejemplos de la noble cualidad de sus padres acudieron a su mente.<br />

Recordaba todavía perfectamente la noche en que su padre le dijo: «Recuerda esto: por<br />

muy fuertes que los slans lleguen a ser, el problema de qué hacer con los humanos

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