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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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Permaneció inmóvil en la acera, sin acordarse ya ni remotamente de Granny. Concentró<br />

su mente y al principio sólo percibió un leve susurro de la distraída mente del conductor<br />

del único autobús que había a la vista que no tardó en desaparecer. El sol brillaba sobre<br />

el pavimento. Las pocas personas que pasaban llevaban en el pensamiento un vago<br />

terror, tan continuo e invariable, que a Jommy le era imposible penetrar más allá de él.<br />

A medida que aumentaba el silencio crecía la inquietud de Jommy Cross. Exploró los<br />

inmuebles vecinos pero le fue imposible percibir el más leve clamor mental. Nada en<br />

ninguna parte. De una calle lateral llegó a él el ruido de un motor. De dos manzanas más<br />

allá salió un tractor arrastrando un tremendo cañón que apuntaba amenazadoramente al<br />

cielo. El tractor se detuvo con estruendo en el centro de la calle por donde había venido.<br />

Algunos hombres se acercaron al cañón, preparándolo; después miraron al cielo,<br />

esperando nerviosamente.<br />

Jommy Cross sentía deseos de acercarse a ellos y leer sus pensamientos, pero no se<br />

atrevía. La sensación de encontrarse en un momento peligroso iba reafirmándose en él.<br />

De un momento a otro podía aparecer un militar o un policía y preguntarle qué hacía en la<br />

calle. Podía ser detenido u obligado a quitarse la gorra, mostrando el cabello y los<br />

dorados zarcillos que eran sus tentáculos.<br />

Decididamente allí ocurría algo grave y el lugar más seguro para él eran las<br />

catacumbas, donde estaría fuera de la vista, si bien en un peligro de otro género. Se<br />

dirigió, pues, apresuradamente hacia la entrada de las catacumbas que había sido su<br />

meta desde que salió de la casa. Se disponía a dar la vuelta a la esquina para tomar una<br />

calle lateral cuando un altavoz le volvió a la realidad.<br />

La voz de un hombre gritaba: «¡Ultima advertencia! ¡Salid a la calle! ¡Apartarse de la<br />

vista! La misteriosa nave de los slans se está acercando a la ciudad a una velocidad<br />

aterradora. Se cree que la nave se dirige al palacio. Se han creado interferencias en todas<br />

las ondas de radio para evitar que sean radiadas patrañas de los slans. Salid de las<br />

calles. ¡Aquí viene la nave!»<br />

Jommy se quedó helado. ¡Hubo un destello plateado en el cielo y una especie de<br />

torpedo alado de reluciente metal que pasó a una velocidad vertiginosa sobre su cabeza.<br />

Oyó el rítmico disparo del cañón seguido de otras detonaciones y la nave se convirtió en<br />

un lejano punto brillante que se dirigía hacia el palacio.<br />

Cosa curiosa, el resplandor del sol le producía ahora una sensación dolorosa en los<br />

ojos. Sentía una especie de confusión. ¡Una nave con alas! Noches y más noches durante<br />

aquellos últimos seis años había observado las naves entrar y salir del edificio de los<br />

slans sin tentáculos, en el Centro del Aire. Naves-cohetes sin alas pero con algo más.<br />

Algo que hacía aquellas grandes máquinas metálicas más ligeras que el aire. La parte del<br />

cohete era usada al parecer solamente para la propulsión. La carencia de peso, la forma<br />

como eran despedidos como si fuese por fuerza centrífuga tenia que ser la antigravedad.<br />

Y allí venia una nave alada, con todo lo que esto implica: motores a chorro, estricto<br />

confinamiento a la atmósfera de la Tierra, vulgaridad. Si esto era lo mejor que sabían<br />

hacer los verdaderos slans...<br />

Profundamente decepcionado dio media vuelta y empezó a bajar las escaleras que<br />

llevaban a un lavabo público. El lugar estaba tan desierto y silencioso como la calle. Y fue,<br />

para él, que tantas puertas cerradas había franqueado en su vida, un juego encontrar el<br />

secreto de la cerradura dé aquella puerta de barrotes de acero que daba acceso a las<br />

catacumbas.<br />

Al mirar por entre las barras de la puerta sintió la intensa tensión de su mente. Detrás<br />

de ella había un fondo de cemento y más allá una vaga obscuridad que significaban más<br />

escaleras. Los músculos de su garganta se tendieron, su respiración se hizo jadeante.<br />

Inclinó el cuerpo hacia delante, como el corredor que se dispone a arrancar con un<br />

«sprint». Abrió la puerta, entró y comenzó a bajar a toda velocidad el largo tramo de<br />

escaleras.

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