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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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conscientemente sus pensamientos, pero sin duda alguna había en su mente una reserva<br />

tan secreta y segura como la de cualquier slan. Y no obstante era diferente. Sus acentos<br />

revelaban claramente un carácter implacable, una mente brillante, fuertemente educada.<br />

Súbitamente Jommy capto el final de un pensamiento que alteró la calma de John Petty,<br />

traído a la superficie como por un arranque de pasión. «Tengo que matar a esta<br />

muchacha slan, Kathleen Layton... Es la única manera de socavar el terreno a Kier<br />

Gray...»<br />

Jommy hizo un frenético esfuerzo para seguir el pensamiento, pero estaba ya fuera de<br />

su alcance, en las sombras. Mas tenía el indicio. Una muchacha llamada Kathleen Layton<br />

tenía que ser muerta a fin de socavar el terreno a Kier Gray.<br />

- Jefe - dijo el pensamiento de Sam Enders, - ¿quiere cerrar este interruptor? La luz<br />

roja esta es la alerta general.<br />

- Que alarmen lo que quieran - pensó la mente de John Petty, indiferente -. Eso está<br />

bien para los corderos.<br />

- Quizá seria mejor ver de qué se trata insistió Sam Enders.<br />

El coche moderó ligeramente la marcha y Jommy, que había llegado a un extremo del<br />

parachoques, esperaba ansioso el momento de poder saltar. Sus ojos asomándose por<br />

entre el coche y el guardabarros, sólo vieron la línea gris del pavimento, duro y<br />

amenazador. Saltar al suelo era pegarse un serio batacazo contra el asfalto. En aquel<br />

instante un chorro de pensamientos de Enders acudió a su cerebro mientras el del chófer<br />

recibía este mensaje de alarma general.<br />

- ¡A todos los coches de Capital Avenue y sus alrededores, detened a un muchacho<br />

presuntamente slan llamado Jommy Cross, hijo de Patricio Cross!<br />

- Cross ha sido muerta hace diez minutos en la esquina de Main y Capital. El<br />

muchacho se encaramó al parachoques de un auto que salió a toda velocidad.<br />

Comuníquense noticias.<br />

- Escuche esto, jefe - dijo Sam Enders - Estamos en Capital Avenue. Será mejor que<br />

nos detengamos y ayudemos a buscar. Hay diez mil de recompensa por cada slan. Los<br />

frenos lanzaron un chirrido. El coche frenó con una violencia que aplastó a Jommy contra<br />

la parte trasera de la carrocería y en el momento en que se detenía saltó al suelo. Salió<br />

corriendo, esquivando una mujer vieja que le agarró. Se encontró en un terreno vacío más<br />

allá del cual se elevaban una larga serie de altos edificios de cemento que formaban parte<br />

de una inmensa factoría. Un pensamiento malvado que brotó del coche llegó a su mente.<br />

- Enders, ¿se da cuenta de que hace diez minutos que salimos de Avenue y Main<br />

Street? Este muchacho... ¡allá va! ¡Tire, tire, idiota!<br />

La sensación del gesto, de Enders sacando su revólver llegó tan viva a la mente de<br />

Jommy que sintió el roce del metal con el cuero en su cerebro. Le pareció incluso verlo<br />

apuntar cuidadosamente, tan clara fue la impresión mental que franqueó los cincuenta<br />

metros que los separaban. Jommy pegó un salto de costado y el revólver disparó con un<br />

plop ahogado. Tuvo la leve sensación de un golpe y saltando unos cuantos escalones se<br />

encontró en el interior de un vasto almacén iluminado. De lejos llegaron a él vagos<br />

pensamientos.<br />

- No se, preocupe, jefe, ya lo cansaremos...<br />

- No diga tonterías, no hay ser humano capaz de cansar un slan. - Aparentemente<br />

comenzó a dictar órdenes por radio: - «Tenemos que rodear todo el distrito por la calle<br />

57... Concentrad toda la policía y soldados disponibles para...»<br />

¡Cuán confuso se estaba poniendo todo! Jommy se tambaleaba por un mundo turbio,<br />

dándose únicamente cuenta de que a pesar de sus fatigados músculos, era todavía capaz<br />

de correr doblemente veloz que cualquier hombre normal. El vasto almacén era un mundo<br />

de luz atenuada, lleno de relucientes objetos en forma de cajas y de suelos que se<br />

perdían en la remota semioscuridad. Los apacibles pensamientos de unos hombres que<br />

removían las cajas, a su izquierda, llegaron dos veces a su cerebro. Pero ninguno de ellos

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