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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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apuntándonos mutuamente, hubieras podido matarme sin resistencia por mi parte. Para<br />

mi, eras un miembro de la raza slan y todos los slans deben estar unidos. No hubiera<br />

podido apretar el gatillo para salvar mi alma. Te has demorado, desde luego, porque<br />

querías interrogarme, pero entonces tenias la oportunidad. La situación ha cambiado.<br />

Los perfectos labios de la muchacha adquirieron una expresión pensativa.<br />

- Creo empezar a ver a lo que vas.<br />

- En realidad es muy sencillo - asintió Jommy sonriendo -. O contestas mis preguntas o<br />

te golpeo la cabeza y obtendré lo que quiera de tu cerebro inconsciente.<br />

- ¿Cómo sabrás que te digo la ver...? - comenzó ella. Pero se calló, abriendo sus ojos<br />

grises atemorizada al ver la mirada de Jommy -. ¿Esperas que...?<br />

- ¡Sí! - exclamó él fijando la vista en sus ojos hostiles y relucientes -. Bajarás tu pantalla<br />

mental protectora. Desde luego, no espero tener un pleno acceso a tu mente. No tengo<br />

inconveniente en que controles tus pensamientos formando un círculo alrededor del tema.<br />

Pero tu pantalla debe bajar... ¡ahora!<br />

La muchacha permanecía sentada, silenciosa, con un brillo de repugnancia en sus ojos<br />

grises. La mirada de Jommy era curiosa.<br />

- Es sorprendente - dijo -. ¡Qué extraños complejos se desarrollan en las mentes que<br />

no tienen contacto directo con otras! ¿Es posible que vuestra raza haya construido en<br />

vuestro mundo interior otros mundos sagrados y secretos, y que después, como cualquier<br />

ser humano sensitivo, os avergoncéis de dejar ver estos mundos a los forasteros? Hay en<br />

ello material suficiente para un estudio psicológico que podría revelar la causa básica de<br />

esta guerra interslan. Sin embargo, dejemos eso. Recuerda - terminó - que he visitado ya<br />

tu mente. Recuerda también que de acuerdo con tu propia lógica, dentro de pocas horas<br />

seré abrasado para siempre por las llamas de los proyectores eléctricos.<br />

- Desde luego - dijo ella apresuradamente esto es verdad. ¿Tienes que morir, verdad?<br />

Bien, contestaré tus preguntas.<br />

La mente de Johanna Hillory era como un libro grueso que no podía medirse, con<br />

infinito número de páginas que analizar, y una estructura increíblemente rica e<br />

increíblemente compleja, embellecida por billones de impresiones acumuladas durante los<br />

años, por un intelecto de una aguda observación. Jommy Cross captó rápidos y<br />

tentadores destellos de sus últimas sensaciones. Veía, en una palabra, la imagen de un<br />

planeta indeciblemente desolado, de bajas montañas, arenoso, helado, todo helado...<br />

¡Marte! Había imágenes de una bella ciudad encerrada entre cristales, de grandes<br />

máquinas funcionando bajo cegadoras baterías de luces. En algún sitio nevaba con una<br />

furia inusitada y en breve fue visible una nave del espacio que relucía como una joya bajo<br />

el sol, a través del grueso cristal de una ventana.<br />

La confusión de imágenes fue aclarándose cuando la muchacha empezó a hablar.<br />

Hablaba lentamente, y él no hizo ningún intento de darle prisa, pese a su convicción de<br />

que cada segundo contaba y de que de un minuto a otro la muerte podía caer sobre<br />

aquella indefensa nave. Sus palabras y los pensamientos que las corroboraban eran<br />

como otras tantas piedras preciosas maravillosamente talladas, fascinadoras.<br />

Los slans sin tentáculos habían sabido desde que empezó a trepar por la pared que se<br />

acercaba un intruso. Interesados principalmente por cuál sería su objeto no lo mataron<br />

cuando hubieran podido hacerlo sin dificultad. Habían dejado abiertos varios accesos a la<br />

nave y él utilizó uno de ellos, pese -y éste era un factor para él desconocido- a que los<br />

timbres de alarma no habían funcionado.<br />

La razón por la cual las naves perseguidoras vacilaban en destruirlo era que se<br />

resistían a utilizar los proyectores eléctricos sobre un continente tan densamente<br />

habitado. Si subía a una altura suficiente para que cayese al mar, si se decidía a girar en<br />

torno al continente, su combustible se acabaría en el plazo de unas doce horas y al venir<br />

el alba podrían utilizar los proyectores eléctricos con un rápido y mortal efecto.

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