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Miller prosiguió, reluctante:<br />
- Hay en total veintisiete que se parecen a ti en todos los detalles, lo cual es un<br />
porcentaje sorprendente.<br />
- ¡Sigue!<br />
- Uno de ellos - prosiguió Miller, desconsolado - está casado con una mujer que resultó<br />
gravemente herida en la cabeza en un accidente de una nave del espacio la semana<br />
pasada. Están reparándole el cerebro y el cráneo pero...<br />
- Pero se necesitarán algunas semanas - terminó Cross en su lugar -. El hombre se<br />
llama Barton Corliss, vive en la fábrica de naves del espacio de Cimmerium, como tú, y va<br />
a la ciudad de Cimmerium cada cuatro días.<br />
- Debería haber una ley que condenase a los que pueden leer el pensamiento - dijo<br />
Miller torpemente -. Afortunadamente los receptores de Porgrave te descubrirán - terminó<br />
con mejor humor -. La radio de Porgrave emite pensamientos y los receptores los reciben.<br />
En Cimmerium hay uno a cada paso, en todos los edificios, casas, por todas partes. Son<br />
nuestra protección contra los espías de las víboras. Un pensamiento indiscreto y... ¡listos!<br />
Cross permanecía silencioso. Finalmente dijo.<br />
- Una pregunta más, y quiero que tu mente deseche una serie de pensamientos sobre<br />
este punto. Necesito detalles. ¿Hasta qué punto es inminente el ataque a Tierra?<br />
- Se ha tomado la decisión de que, en vista del fracaso de la tentativa de apoderarse de<br />
ti para matarte y conocer tu secreto, el control de Tierra ha llegado a ser esencial para<br />
prever todo peligro. Con este fin se están construyendo grandes cantidades de naves<br />
siderales; la flota está movilizada en sitios estratégicos, pero la fecha del ataque, si bien<br />
debe estar decidida ya, no se ha anunciado todavía.<br />
- ¿Qué han proyectado hacer con los seres humanos?<br />
- ¡Al diablo los seres humanos! - exclamó Miller - ¡Cuando nuestra propia existencia<br />
está en peligro no podemos preocuparnos de ellos!<br />
La obscuridad que los envolvía parecía aumentar, el frío de la noche comenzaba a<br />
penetrar a través de sus ropas dotadas de calefacción. Cross iba preocupándose por<br />
instantes a medida que reflexionaba sobre las palabras de Miller. ¡Guerra! Con voz<br />
apagada dijo:<br />
- Sólo con la ayuda de los verdaderos slans puede pararse este ataque. Tengo que<br />
encontrarlos... donde sea, y he agotado ya casi todas las posibilidades. Voy a ir al sitio<br />
donde es más probable residan.<br />
La mañana apareció. El sol brilló abrasador en el azul profundo del vasto cielo. Las<br />
sombras que despedía sobre el suelo fueron reduciéndose a medida que se elevaba y<br />
volvieron a alargarse cuando Marte ofreció el rostro poco amistoso de la tarde a la<br />
persistente luz.<br />
Desde donde había aterrizado la nave de Jommy el horizonte ofrecía una línea<br />
dentellada de colinas destacándose sobre el cielo ensombrecido. El crepúsculo se<br />
anunciaba amenazador y finalmente su larga espera encontró su recompensa. El<br />
pequeño objeto rayado de rojo en forma de torpedo se elevó sobre el horizonte<br />
escupiendo fuego por su popa. Los rayos del poniente brillaban sobre su piel metálica y<br />
se lanzó hacia la izquierda de donde Cross esperaba al lado de su máquina que, como un<br />
animal de presa, estaba agazapada en la cueva de los acantilados.<br />
Unas tres millas, calculó Cross aproximadamente. La distancia no sería un obstáculo<br />
para aquel motor que yacía silencioso en el cuarto de máquinas de la nave, dispuestos a<br />
lanzarse hacia delante con su formidable y silencioso poder.<br />
Trescientas millas y aquel estupendo motor vibraría sin esfuerzo, sin fallar un solo<br />
latido; salvo que aquella titánica fuerza no podía ser desencadenada donde su fuerza<br />
podía tocar tierra y arrancar un nuevo pedazo de aquella ya torturada tierra.<br />
Tres millas, cuatro, cinco... hizo rápidamente los preparativos. La fuerza de los<br />
magnetos lanzó su poder a través de la distancia y simultáneamente la idea que había