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de toda lógica, a pesar de la certidumbre de que no podía esperar coger a un slan adulto<br />
desprevenido, tenía que conservar la vida a fin de evitar que esto sucediese.<br />
Su mirada se fijó en el rostro de la muchacha viendo los surcos de preocupación de su<br />
frente, una preocupación que en nada aminoraba su vigilancia. Los surcos de la frente se<br />
suavizaron mientras decía:<br />
- He estado examinando tu caso. Tengo, desde luego, autoridad para matarte sin<br />
consultar al consejo, pero se presenta el problema de si la situación que expones merece<br />
su atención o no, o si seria suficiente redactar un breve informe. No es una cuestión de<br />
piedad, de manera que no conserves esperanzas.<br />
Pero él las conservaba. Para hacerlo comparecer ante el consejo se necesitaría tiempo<br />
y el tiempo para él era la vida. Pese a que se daba cuenta de que tenía que hablar con<br />
calma, puso cierto fuego al decir:<br />
- Tengo que confesar que mi razón se siente paralizada por esta guerra entre slans con<br />
y sin tentáculos. ¿Es que tu gente no se da cuenta de hasta qué grado mejoraría la<br />
posición de todos los slans si quisierais cooperar con las «culebras», como vosotros nos<br />
llamáis? ¡Culebras! Esta sola palabra es la prueba de vuestra bancarrota intelectual;<br />
delata una campaña de propaganda llena de slogans y frases sin valor.<br />
Pese a la llamarada que apareció en los ojos grises de la muchacha, sus palabras<br />
fueron despectivas.<br />
- Una pequeña historia puede ilustrarte sobre el asunto de la colaboración slan. Los<br />
slans sin tentáculos llevan cerca de cuatrocientos años de existencia. Como los<br />
verdaderos slans, son una raza distinta, nacida sin tentáculos, que es lo único que los<br />
diferencia de las culebras. Por motivos de seguridad formaron comunidades en remotos<br />
distritos donde el peligro de ser descubiertos quedaba reducido a un mínimo, dispuestos a<br />
tener amistad con los verdaderos slans contra el enemigo común, el ser humano. ¡Cuál no<br />
sería, pues, su horror al verse atacados y asesinados, su cuidadosamente edificada<br />
civilización arrasada por las armas y el fuego, por los verdaderos slans! Hicieron<br />
desesperados esfuerzos por reanudar la amistad, por establecer contacto, pero todo inútil.<br />
Finalmente, comprendieron que sólo podían encontrar una cierta seguridad en las<br />
peligrosas ciudades regidas por los humanos. Allí los verdaderos slans, delatados por sus<br />
tentáculos, no osaban aventurarse.<br />
El tono de mofa había desaparecido de su voz. Sólo quedaba en ella la amargura.<br />
- ¡Culebras! ¿Qué otras palabras pueden adaptarse a vosotros? No os odiamos, pero<br />
tenemos una sensación de engaño y de maldad. Nuestra política de destrucción es una<br />
mera defensa, pero se ha convertido en una implacable y feroz actitud.<br />
- Pero seguramente vuestros jefes podrían tratar este asunto con ellos.<br />
- ¿Tratar este asunto con quién? Durante los últimos trescientos años no hemos podido<br />
localizar un solo lugar donde se esconda un verdadero slan. Hemos capturado alguno que<br />
nos atacaba, hemos matado algunos en plena lucha. Pero no hemos descubierto jamás<br />
nada acerca de ellos. Existen, pero acerca de dónde, cómo y cuáles son sus propósitos,<br />
no tenemos la menor idea. No hay un misterio mayor en la faz de la Tierra.<br />
- Si esto es verdad - la interrumpió Jommy Cross con pasión -, por favor, levanta por un<br />
momento tu cortina mental para que pueda ver si tus palabras son sinceras. También yo<br />
he considerado esta lucha demente desde que descubrí que existían dos clases de slans<br />
y que estaban en guerra. Si puedo llegar a la absoluta convicción de que esta locura es<br />
unilateral podría...<br />
La voz de la muchacha, seca como un bofetón, cortó su razonamiento.<br />
- ¿Qué quieres hacer? ¿Ayudarnos? ¿Tienes acaso la pretensión de que podamos<br />
jamás creerte y dejarte marchar libremente? Cuanto más hablas, mas peligroso me<br />
pareces. Siempre hemos obrado bajo la suposición de que una culebra, a causa de su<br />
facultad de leer los pensamientos, es superior a nosotros y, por lo tanto no debe dársele<br />
tiempo de escapar. Tu juventud te ha dado diez minutos de vida, pero ahora que conozco