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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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- ¡Basta de estas estupideces! Voy a llevarte a la habitación contigua. Tengo que fijar<br />

algo en la nariz de la nave y no debes saber qué es lo que fijo.<br />

Las luces de la ciudad aparecieron por el oeste un momento antes de aterrizar.<br />

Después, el muro de un valle cerró a su vista el mar resplandeciente. La nave se, posó<br />

sobre el suelo con la suavidad de una ave mientras Jommy equilibraba las placas de<br />

antigravedad. Apretó el resorte que abría la puerta y desató a la muchacha.<br />

Con la pistola eléctrica de la muchacha en la mano, ya que había sujetado la suya en la<br />

punta de la nave, vio a Johanna Hillory detenerse un momento en el umbral. La aurora<br />

empezaba a asomar por detrás de las colinas de levante y la luz, todavía de un gris sucio,<br />

marcaba la curiosa silueta de su enérgica y bien formada figura. Saltó a tierra sin decir<br />

una palabra. En el momento en que Jommy avanzó hacia el umbral pudo ver la cabeza de<br />

la muchacha al nivel de la parte baja de la puerta, iluminada por el resplandor que brotaba<br />

del interior de la nave.<br />

- ¿Cómo te sientes? - le preguntó.<br />

- Un poco emocionado - dijo él encogiéndose de hombros -, pero la muerte me parece<br />

remota y difícilmente aplicable a mí.<br />

- Más aún - respondió ella con calor -. El sistema nervioso de un slan es una fortaleza<br />

casi inexpugnable. No puede ser afectada por la demencia, los «nervios» o el miedo.<br />

Cuando matamos, es porque la lógica nos ha llevado a esta política. Cuando la muerte<br />

amenaza nuestras vidas, aceptamos nuestra situación, luchando hasta el final con la<br />

esperanza de que un factor imprevisible nos salve, y, finalmente, contra nuestra voluntad,<br />

nos inclinamos ante el fantasma de la muerte, conscientes de no haber vivido en vano.<br />

Jommy la miró con curiosidad, proyectando sus pensamientos sobre los de la<br />

muchacha, sintiendo el suave latir de sus pulsaciones y el extraño tono semiamistoso de<br />

su voz y brotando de su cerebro. Entornó los ojos ¿Qué propósito se estaba formando en<br />

aquel cerebro frío, sensible, ajeno a todo sentimentalismo?<br />

- Jommy Cross - prosiguió Johanna -, quizá te extrañe saber que he llegado a creer tu<br />

historia y que no solamente eras o que afirmas ser, sino que profesas realmente los<br />

ideales que pretendes. Eres el primer auténtico slan que he encontrado en la vida, y<br />

siento ceder la tensión que me dominaba como si, después de tantos siglos, se levantase<br />

aquella sombra mortal. Si escapas a nuestros cañones, te pido que conserves tus ideales<br />

cuando crezcas y no nos traiciones. No te conviertas en el instrumento de unos seres que<br />

sólo han usado la muerte y la destrucción durante tantos años sombríos. Has ocupado mi<br />

cerebro y sabes que no te he mentido acerca de ellos. Cualquiera que sea la lógica de su<br />

filosofía, es equivocada, porque es inhumana. Tiene que ser equivocada, porque sus<br />

resultados han sido unos sufrimientos sin fin.<br />

¡Si huía! ¡Con que era así! Si conseguía huir, ellos dependerían de su buena voluntad y<br />

la muchacha jugaba ahora esta carta, cualquiera que fuese el valor que tuviese.<br />

- Pero recuerda una cosa - prosiguió Johanna Hillory -, y es que no debes esperar<br />

ayuda por nuestra parte. Por medida de seguridad debemos considerarte como un<br />

enemigo. Demasiadas cosas dependen de ello, el destino de todo mi pueblo está en<br />

juego. De manera que no esperes en fecha futura encontrar merced, Jommy Cross, por lo<br />

que te haya dicho o porque me has liberado. No intervengas en nuestra vida porque, te lo<br />

advierto, representa tu rápida destrucción. Reconocemos a los verdaderos slans una<br />

inteligencia superior, o mejor dicho, un desarrollo superior de su inteligencia, debido a su<br />

facultad de leer los pensamientos, pero no hay astucia de la cual no los creamos capaces,<br />

no hay implacabilidad que no hayan igualado. Un plan que requiera cincuenta o cien años<br />

de preparación no les es desconocido. Por consiguiente, pese a que doy crédito a lo que<br />

me has dicho, ante la incertidumbre de la forma cómo puedes desarrollarte y<br />

transformarte cuando crezcas, me inclinaría a matarte en este mismo instante si estuviese<br />

en mi poder. No pongas por lo tanto jamás a prueba nuestra buena voluntad. Es la

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