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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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La máquina inicio en el acto una alocada aceleración. Contra la presión de la furiosa<br />

zambullida, avanzó y puso en acción la radio. La batalla había empezado y si no<br />

conseguía persuadirlos de desistir, no se presentaría jamás ante él la oportunidad de<br />

poner su único plan en acción. La rica y vibrante voz de Johanna Hillory repitió como un<br />

eco el pensamiento que latía en su cerebro.<br />

- ¿Qué vas a hacer? ¿Decirles que renuncien a sus planes? ¡No sean tonto! Si<br />

finalmente deciden sacrificarme, no vas a creer que tu bienestar les importe en lo más<br />

mínimo, ¿no te parece?<br />

XI<br />

Fuera de la nave, el cielo nocturno era negro. Algunas estrellas centelleaban fríamente<br />

en la noche sin luna. No había el menor rastro de nave enemiga, ni un movimiento ni una<br />

sombra que se destacase contra la intensidad de aquel techo profundo, túrgido, negro.<br />

Dentro de la nave, el silencio fue roto por un grito ronco procedente de la habitación<br />

contigua, seguido de un rencoroso chorro de vituperios. Granny estaba despierta.<br />

- ¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido?<br />

Hubo un breve silencio e inmediatamente después el súbito final del rencor y el alocado<br />

comienzo del miedo. Instantáneamente sus aterrados pensamientos brotaron como un<br />

frenético chorro. Obscenas maldiciones, fruto del terror, saturaron el aire. Granny no<br />

quería morir. Que matasen a todos los slans, pero no a Granny. Granny tenía dinero...<br />

Estaba borracha. El sueño había hecho que la bebida se apoderase nuevamente de<br />

ella. Jommy Cross cerró su mente a sus pensamientos y en el acto llamó por radio.<br />

- ¡Al comandante de las naves de guerra! ¡Al comandante de las naves de guerra!<br />

Johanna Hillory vive. Estoy dispuesto a liberarla al amanecer con la única condición de<br />

que se me permita volver nuevamente al aíre.<br />

Hubo un silencio y la voz pausada de una mujer penetró en la habitación.<br />

- Johanna, ¿Estás ahí?<br />

- Sí, Manan.<br />

- Muy bien - prosiguió la pausada voz de la desconocida -, aceptamos bajo las<br />

siguientes condiciones: Nos informarás con una hora de anticipación del lugar donde<br />

aterrizarás. El punto de aterrizaje debe estar situado por lo menos a treinta millas, es<br />

decir, a cinco minutos de la gran ciudad más próxima que permitan la aceleración y<br />

desaceleración. Supongamos, desde luego, que crees poder escapar. Muy bien. Tendrás<br />

dos horas más de oportunidad. Tendremos a Johanna Hillory. ¡Buen cambio!<br />

- Acepto - dijo Jommy Cross.<br />

- ¡Espera! - gritó Johanna. Pero Jommy Cross fue demasiado rápido para ella. Una<br />

fracción de segundo antes de que el grito hubiese salido de sus labios sus dedos habían<br />

cortado la radio. Se volvió hacia ella.<br />

- No hubieras debido levantar tu cortina mental. Era toda la advertencia que necesitaba.<br />

Pero, desde luego, te hubiera ganado de las dos maneras. Si no hubieses levantado la<br />

cortina mental hubiera captado también el pensamiento de tu cerebro.<br />

- ¿Qué súbita pasión alocada es ésta - preguntó mirándola con suspicacia - que te<br />

induce a sacrificarte sólo para negarme dos horas más de vida?<br />

La muchacha permaneció silenciosa. Sus grandes ojos grises tenían una expresión<br />

más pensativa que nunca. En tono de gentil mofa, Jommy Cross le dijo:<br />

- ¿No podría ser el hecho de que me concedas la posibilidad de escapar?<br />

- Me estaba preguntando - dijo ella - por qué los timbres de alarma del edificio de las<br />

naves del espacio no nos advirtieron la forma exacta cómo te aproximabas a esta nave.<br />

Hay en esto un factor que al parecer no tuvimos en cuenta. Si debes realmente escapar<br />

con esta nave...

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