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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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de experimentar otra cosa que sospechas al segundo intento; cualquiera que fuese el<br />

método empleado.<br />

Sus ideas se detuvieron. Su mente adquirió un estado de aguda receptividad en el<br />

momento en que una voz habló por la radio de Ingraham y las palabras brotaron por la<br />

superficie de su mente.<br />

- El reconocimiento físico terminado o no, vas a traerme a Barton Corliss<br />

inmediatamente a mi presencia. Esto anula toda orden anterior.<br />

- ¡OK Johanna! - respondió Ingraham perfectamente audible. Se volvió hacia Cross -<br />

Vas a ser llevado inmediatamente a presencia de Johanna Hillory, la comisario militar.<br />

Fue Barton quien repitió el pensamiento en la mente de Cross.<br />

- Johanna es la única de todos nosotros que ha pasado horas con Cross - dijo -. Fue<br />

nombrada comisario debido a esto y a sus subsiguientes estudios sobre él. Controla la<br />

fructuosa búsqueda de su lugar de refugio y predijo también el fracaso del ataque llevado<br />

a cabo con el ciclotrón. Ha escrito además un largo informe explicando con el más mínimo<br />

detalle las horas que pasó en su compañía. Si eres Cross te reconocerá al instante.<br />

Cross permaneció silencioso. No tenía medios de comprobar las declaraciones del alto<br />

slan pero suponía que debían ser ciertas.<br />

Al salir de aquella hermética habitación Cross pudo ver por primera vez la ciudad de<br />

Cimmerium, la verdadera, la ciudad subterránea. Desde el umbral de la puerta veía dos<br />

corredores. Uno llevaba al ascensor que los había bajado, el otro a un ancho vestíbulo<br />

donde había gran número de altas puertas transparentes. Más allá de las puertas se<br />

extendía la ciudad de los sueños.<br />

En Tierra había oído decir que el secreto de los materiales que habían servido para<br />

fabricar los muros del gran palacio se habían perdido. Pero allí, en aquella oculta ciudad<br />

de los slans enemigos se veía su gloria en todo su esplendor. Había una calle de colores<br />

tenues y cambiantes, y la magnífica realización de aquella edad de oro de los arquitectos<br />

formaban perfectos edificios que tenían vida, como la tiene la música. Allí había, y no<br />

podía aplicársele otro nombre porque no conocía ninguna otra palabra que se le<br />

amoldase, el maravilloso equivalente en arquitectura, de la más alta forma de la música.<br />

Ya en la calle borró la belleza de la imagen de su mente. Sólo los seres importaban. Y<br />

había miles de ellos en los edificios, en los carruajes y por las calles. Miles de mentes al<br />

alcance de una mente a la cual no escapaba nada y que buscaba ahora tan sólo uno, un<br />

solo verdadero slan.<br />

Y no había ninguno ni el menor rastro de una mente que se delatase por un susurro; ni<br />

un cerebro que no supiese que su dueño era un slan sin tentáculos. Su convicción de que<br />

tenían que estar allí estaba destrozada, como tendría que estarlo el resto de su vida.<br />

Dondequiera que estuviesen los verdaderos slans, su protección estaba a prueba de<br />

slans, sin duda alguna, por lógica. Pero en este caso, desde luego, la lógica decía que los<br />

monstruos-chiquillos no eran creados por gente normal. Los hechos, en este caso, eran<br />

diferentes. ¿Qué hechos? ¿Lo que se decía? ¿Qué otra explicación había?<br />

- Ya estamos - dijo tranquilamente Ingraham.<br />

- Vamos, Corliss - añadió Bradshaw -. Miss Hillory quiere verte... solo.<br />

El suelo de los cien pasos que tuvo que recorrer hasta llegar a la puerta le pareció de<br />

una extraña dureza. La oficina de Johanna era confortable y casi lujosa con un aspecto<br />

más de boudoir femenino que de oficina. Había estanterías con libros, un sofá de tonos<br />

suaves, sillas neumáticas y una gruesa alfombra. Y finalmente una vasta mesa detrás de<br />

la cual estaba sentada una mujer joven, bella y altanera.<br />

Cross no había esperado que Johanna pareciese de más edad de la que parecía.<br />

Cincuenta años más podrían marcar algunos surcos en sus mejillas de terciopelo, pero en<br />

la actualidad su sola diferencia estaba en él y no en ella. Antes, era un chiquillo slan el<br />

que había contemplado aquella muchacha, ahora sus ojos la contemplaban con toda la<br />

admiración de la madurez.

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