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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Aquí todas las cosas acuden acariciadoras a tu discurso y te halagan: pues quieren cabalgar sobre tu<br />

espalda. Sobre todos los símbolos cabalgas tú aquí hacia todas las verdades.<br />

Con franqueza y sinceridad te es lícito hablar aquí a todas las cosas: y, en verdad, como un elogio suena a<br />

sus oídos el que alguien hable con todas las cosas ‐ ¡derechamente!<br />

Pero otra cosa distinta es el estar abandonado. Pues ¿lo sabes aún, Zaratustra? Cuando en otro tiempo<br />

tu pájaro lanzó un grito por encima de ti, hallándote tú en el bosque, sin saber adónde ir, inexperto,<br />

cerca de un cadáver: ‐ y tú dijiste: ¡que mis animales me guíen! He encontrado más peligros entre los<br />

hombres que entre los animales‐ ¡aquello era abandono!<br />

¿Y lo sabes aún, oh Zaratustra? Cuando estabas sentado en tu isla, siendo una fuente de vino entre<br />

cántaros vacíos, dando y repartiendo, regalando y escanciando entre sedientos: ‐ hasta que por fin fuiste<br />

tú el único que allí se hallaba sediento entre borrachos, y por las noches te lamentabas “¿tomar no es<br />

una cosa más dichosa que dar? ¿Y robar, una cosa más dichosa que tornar?”338 ‐ ¡aquello era<br />

abandono!<br />

¿Y lo sabes todavía, oh Zaratustra? Cuando llegó tu hora más silenciosa y te arrastró lejos<br />

de ti mismo, cuando ella dijo con un susurro malvado: “¡habla y hazte pedazos!”‐ cuando ella te hizo<br />

penoso todo tu aguardar y todo tu callar, y desalentó tu humilde valor: ¡aquello era abandono!» ‐ ¡Oh<br />

soledad! ¡Tú patria mía, soledad! ¡De qué modo tan bienaventurado y delicado me habla tu voz!<br />

No nos hacemos mutuas preguntas, no nos recriminamos el uno al otro, nosotros atravesamos, abiertos<br />

uno para el otro, puertas abiertas. Porque en ti todo es abierto y claro; y también las horas corren aquí<br />

con pies más ligeros. En la oscuridad, en efecto, se hace más pesado el tiempo que en la luz. Aquí se me<br />

abren de golpe las palabras y los armarios de palabras de todo ser: todo ser quiere hacerse aquí palabra,<br />

todo devenir quiere aquí aprender a hablar de mí.<br />

Pero allá abajo ‐ ¡allá es vano todo hablar! Allá, olvidar y pasar de largo es la mejor sabiduría: ¡esto ‐ lo<br />

he aprendido ahora! Quien quisiera comprender todo entre los hombres, tendría que atacar todo340.<br />

Mas yo tengo manos demasiado limpias para eso.<br />

No me gusta respirar su aliento; ¡ay, que yo haya vivido tanto tiempo en medio de su ruido y de su mal<br />

aliento!<br />

¡Oh bienaventurado silencio a mi alrededor! ¡Oh puros aromas en torno a mí!. ¡Oh cómo estos silencios<br />

aspiran un aire puro desde un pecho profundo! ¡Oh cómo escucha este bienaventurado silencio!<br />

Pero allá abajo ‐ allá todo habla, nada es escuchado. Aunque alguien anuncie su sabiduría con tañidos de<br />

campanas: ¡los tenderos del mercado ahogarán su sonido con peniques! Todo habla entre ellos, nadie<br />

sabe ya entender. Todo cae al agua, nada cae ya en pozos profundos.<br />

Todo habla entre ellos, nada se logra ya ni llega a su final. Todo cacarea, mas ¿quién quiere aún sentarse<br />

callado en el nido y encobar huevos? Todo habla entre ellos, todo queda triturado a fuerza de palabras. Y<br />

lo que todavía ayer resultaba demasiado duro para el tiempo mismo y para su diente: hoy cuelga, raído y<br />

roído, de los hocicos de los hombres de hoy.<br />

Todo habla entre ellos, todo es divulgado. Y lo que en otro tiempo se llamó misterio y secreto de almas<br />

profundas, hoy pertenece a los pregoneros de las callejas y a otras mariposas. ¡Oh ser del hombre,<br />

extraño ser! ¡Tú ruido en callejas oscuras! Ahora vuelves a yacer por debajo de mí: ‐ ¡mi máximo peligro<br />

yace a mis espaldas!<br />

En ser indulgente y compasivo estuvo siempre mi máximo peligro; y todo ser humano quiere que se sea<br />

indulgente con él y se le sufra.

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