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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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¿Dónde ‐ estará y se lamentará abandonada?<br />

¿La pierna solitaria?<br />

¿Llena de miedo acaso a un<br />

Feroz monstruo‐león amarillo<br />

De rubios rizos? O incluso ya<br />

Roída, devorada ‐<br />

Lamentable, ¡ay', ¡ay! ¡Devorada! Sela.<br />

¡Oh, no lloréis<br />

Tiernos corazones!<br />

¡No lloréis,<br />

Corazones de dátil! ¡Senos de leche!<br />

¡Corazones‐saquitos<br />

De regaliz!<br />

¡No llores más,<br />

Pálida Dudú!<br />

¡Sé hombre, Suleica! ¡Ánimo! ¡Ánimo!<br />

‐¿O acaso vendría bien<br />

Un tónico,<br />

Un tónico para el corazón?<br />

¿Una sentencia ungida?<br />

¿Una exhortación solemne? –<br />

¡Ah! ¡Levántate, dignidad!<br />

¡Dignidad de la virtud! ¡Dignidad del europeo!<br />

¡Sopla, vuelve a soplar,<br />

Fuelle de la virtud!<br />

¡Ah!<br />

¡Rugir una vez más aún,<br />

Rugir moralmente!<br />

¡Como león moral<br />

Rugir ante las hijas del desierto!<br />

‐ ¡Pues el aullido de la virtud,<br />

Encantadoras muchachas,<br />

Es, más que ninguna otra cosa,<br />

El ardiente deseo, el hambre voraz del europeo!<br />

De nuevo estoy en pie,<br />

Como europeo,<br />

¡No puede hacer otra cosa, Dios me ayude3<br />

¡Amén!<br />

El desierto crece: ¡ay de aquel que dentro de sí cobija desiertos!<br />

El despertar<br />

1<br />

Tras la canción del viajero y sombra la caverna se llenó de repente de ruidos y risas; y como los<br />

huéspedes reunidos hablaban todos a la vez, y tampoco el asno, animado por ello, continuó callado, se<br />

apoderó de Zaratustra una pequeña aversión y una pequeña burla contra sus visitantes: aunque al<br />

mismo tiempo se alegrase de su regocijo. Pues le parecía un signo de curación. Así, se escabulló afuera,<br />

al aire libre, y habló a sus animales.<br />

«¿Dónde ha ido ahora su aflicción?, dijo, y ya se había recobrado de su pequeño hastío, ‐ ¡junto a mí han<br />

olvidado, según me parece, el gritar pidiendo socorro!

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