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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Sobre quien es servil frente a los dioses y los puntapiés divinos, o frente a los hombres y las estúpidas<br />

opiniones humanas: ¡sobre toda esa especie de siervos escupe él, ese bienaventurado egoísmo!<br />

Malo: así llama él a todo lo que dobla las rodillas y es servil y tacaño, a los ojos que parpadean sin<br />

libertad, a los corazones oprimidos, y a aquella falsa especie indulgente que besa con anchos labios<br />

cobardes.<br />

Y pseudo sabiduría: así llama él a todos los alardes de ingenio de los siervos y de los ancianos y de los<br />

cansados; ¡y en especial, a toda la perversa, desatinada, demasiado ingeniosa necedad de los<br />

sacerdotes!<br />

Mas tanto la pseudo sabiduría, como todos los sacerdotes, y los cansados del mundo, y aquellos cuya<br />

alma es de la especie de las mujeres y de los siervos, ‐ ¡oh, cómo su juego ha jugado desde siempre<br />

malas partidas al egoísmo!<br />

¡Y cabalmente debía ser virtud y llamarse virtud esto, el que se jugasen malas partidas al egoísmo! ¡Y «no<br />

egoístas» ‐ así deseaban ser ellos mismos, con buenas razones, todos estos cobardes y arañas cruceras<br />

cansados del mundo!<br />

Mas para todos ellos llega ahora el día, la transformación, la espada del juicio, el gran mediodía:<br />

¡entonces se pondrán de manifiesto muchas cosas! Y quien llama sano y santo al yo, y bienaventurado al<br />

egoísmo, en verdad ése dice también lo que sabe, es un profeta: «¡He aquí que viene, que está cerca el<br />

gran mediodía!»<br />

Así habló Zaratustra.<br />

Del espíritu de la pesadez<br />

1<br />

Mi boca ‐ es del pueblo: yo hablo de un modo demasiado grosero y franco para los conejos de seda. Y<br />

aún más extraña les suena mi palabra a todos los calamares y plumíferos.<br />

Mi mano ‐ es la mano de un necio: ¡ay de todas las mesas y paredes y de todo lo demás que ofrezca<br />

espacio para las engalanaduras de un necio, para las emborronaduras de un necio! Mi pie ‐ es un pie de<br />

caballo; con él pataleo y troto a campo traviesa de acá para allá, y todo correr rápido me produce un<br />

placer del diablo.<br />

Mi estómago ‐ ¿es acaso el estómago de un águila? Pues lo que más le gusta es la carne de cordero354.<br />

Con toda seguridad es el estómago de un pájaro. Un ser que se alimenta con cosas inocentes, y con<br />

poco, dispuesto a volar e impaciente de hacerlo, de alejarse volando ‐ ése es mi modo de ser: ¡cómo no<br />

iba a haber en él algo del modo de ser de los pájaros!<br />

Y, sobre todo, el que yo sea enemigo del espíritu de la pesadez, eso es algo propio de la especie de los<br />

pájaros: ¡y, en verdad, enemigo mortal, archienemigo, protoenemigo! ¡Oh, adónde no voló ya y se<br />

extravió ya volando mi enemistad!<br />

Sobre ello podría yo cantar una canción ‐ ‐ y quiero cantarla: aunque esté yo solo en la casa vacía y tenga<br />

que cantar para mis propios oídos. Otros cantores hay, ciertamente, a los cuales sólo la casa llena<br />

vuélveles suave su garganta, elocuente su mano, expresivos sus ojos, despierto su corazón: ‐ yo no me<br />

asemejo a ellos. ‐<br />

2

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