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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Debería hacer como el toro; y su felicidad debería oler a tierra y no a desprecio de la tierra. Como un<br />

toro blanco quisiera yo verlo, resoplando y mugiendo mientras marcha delante del arado: ¡y su mugido<br />

debería alabar además todo lo terreno!<br />

Oscuro es todavía su rostro; la sombra de la mano juega sobre él. Ensombrecido está todavía el sentido<br />

de sus ojos.<br />

Su acción misma es todavía la sombra sobre él: la mano oscurece al que actúa. Aún no ha superado su<br />

acción. Es verdad que yo amo en él la nuca de toro: mas ahora quiero ver también incluso los ojos de<br />

ángel.<br />

También su voluntad de héroe tiene todavía que olvidarla: un elevado debe ser él para mí, y no sólo un<br />

sublime: ‐ ¡el éter mismo debería elevarlo a él, el falto de voluntad!<br />

Él ha domeñado monstruos, ha resuelto enigmas: pero aún debería redimir a sus propios monstruos y<br />

enigmas, en hijos celestes debería aún transformarlos.<br />

Su conocimiento no ha aprendido todavía a sonreír y a no tener celos; aún no se ha vuelto tranquila en la<br />

belleza su caudalosa pasión.<br />

En verdad, no en la saciedad debería callar y sumergirse su ansia, ¡sino en la belleza! El encanto forma<br />

parte de la magnanimidad de los magnánimos.<br />

Con el brazo apoyado sobre la cabeza: así debería reposar el héroe, así debería superar incluso su<br />

reposo. Pero cabalmente al héroe lo bello le resulta la más difícil de todas las cosas. Inconquistable es lo<br />

bello para toda voluntad violenta.<br />

Un poco más, un poco menos: justo eso es aquí mucho, es aquí lo más. Estar en pie con los músculos<br />

relajados y con la voluntad desuncida: ¡eso es lo más difícil para todos vosotros, los sublimes! Cuando el<br />

poder se vuelve clemente y desciende hasta lo visible: belleza llamo yo a tal descender.<br />

Y de nadie quiero yo belleza tanto como precisamente de ti, violento: sea tu bondad tu última<br />

superación de ti mismo.<br />

De todo mal te creo capaz: por ello quiero yo de ti el bien. ¡En verdad, a menudo me he reído de los<br />

debiluchos que se creen buenos porque tienen zarpas tullidas!<br />

A la virtud de la columna debes aspirar: más bella y más delicada se va tornando, pero en lo interior más<br />

dura y más robusta, cuanto más asciende.<br />

Sí, sublime, alguna vez también tú debes ser bello y presentar el espejo a tu propia belleza. Entonces tu<br />

alma se estremecerá de ardientes deseos divinos; ¡y habrá adoración incluso en tu vanidad!<br />

Éste es, en efecto, el misterio del alma: sólo cuando el héroe la ha abandonado acércase a ella, en<br />

sueños, ‐ el super‐héroe.<br />

Así habló Zaratustra.<br />

Del país de la cultura<br />

Demasiado me había adentrado yo volando en el futuro: un estremecimiento de horror se apoderó de<br />

mí. Y cuando miré a mi alrededor, he aquí que el tiempo era mi único contemporáneo.

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