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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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contó los latidos de dolor del corazón de vuestros padres ‐ ¡ay!, ¡ay!, ¡cómo suspira!, ¡cómo ríe en<br />

sueños!, ¡la vieja, profunda, profunda medianoche! ¡Silencio! ¡Silencio! Ahora se oyen muchas cosas alas<br />

que por el día no les es lícito hablar alto; pero ahora, en el aire fresco, cuando también el ruido de<br />

vuestros corazones ha callado,‐ ahora hablan, ahora se dejan oír, ahora se deslizan en las almas<br />

nocturnas y desveladas: ¡ay!, ¡ay!, ¡cómo suspira!, ¡cómo ríe en sueños!<br />

‐¿no oyes cómo de manera íntima, terrible, cordial te habla a ti la vieja, profunda, profunda<br />

medianoche!<br />

¡Oh hombre, presta atención!<br />

4<br />

¡Ay de mí! ¿Dónde se ha ido el tiempo? ¿No se ha hundido en pozos profundos? El mundo duerme ‐<br />

¡Ay! ¡Ay! El perro aúlla, la luna brilla. Prefiero morir, morir, a deciros lo que en este momento piensa mi<br />

corazón de medianoche.<br />

Ya he muerto. Todo ha terminado. Araña, ¿por qué tejes tu tela a mi alrededor? ¿Quieres sangre? ¡Ay!<br />

¡Ay!, el rocío cae, la hora llega ‐ la hora en que tirito y me hielo, la hora que pregunta y pregunta y<br />

pregunta: «¿Quién tiene corazón suficiente para esto?<br />

¿quién debe ser señor de la tierra? El que quiera decir: ¡así debéis correr vosotras, corrientes grandes y<br />

pequeñas!» la hora se acerca: oh hombre, tú hombre superior, ¡presta atención!, este discurso es<br />

para oídos delicados, para tus oídos ‐ ¿qué dice la profunda medianoche?<br />

5<br />

Algo me arrastra, mi alma baila. ¡Obra del día! ¡Obra del día! ¿Quién debe ser señor de la tierra?<br />

La luna es fría, el viento calla. ¡Ay! ¡Ay! ¿Habéis volado ya bastante alto? Habéis bailado: pero una pierna<br />

no es un ala.<br />

Vosotros bailarines buenos, todo placer ha acabado ahora, el vino se ha convertido en heces, todas las<br />

copas se han vuelto blandas, los sepulcros balbucean.<br />

No habéis volado bastante alto: ahora los sepulcros balbucean: «¡redimid a los muertos! ¿Por qué dura<br />

tanto la noche? ¿No nos vuelve ebrios la luna?», Vosotros hombres superiores, ¡redimid los sepulcros,<br />

despertad a los cadáveres! Ay, ¿por qué el gusano continúa royendo? Se acerca, se acerca la hora,‐<br />

retumba la campana, continúa chirriando el corazón, sigue royendo el gusano de la madera, el gusano<br />

del corazón ¡Ay! ¡Ay! ¡El mundo es profundo!<br />

6<br />

¡Dulce lira! ¡Dulce lira! ¡Yo alabo tu sonido, tu ebrio sonido de sapo! ‐ ¡desde cuánto tiempo, desde qué<br />

lejos viene hasta mí tu sonido, desde lejos, desde los estanques del amor!<br />

¡Vieja campana, dulce lira! Todo dolor te ha desgarrado el corazón, el dolor del padre, el dolor de los<br />

padres, el dolor de los abuelos, tu discurso está ya maduro, ‐ maduro como áureo otoño y áurea tarde,<br />

como mi corazón de eremita ‐ ahora hablas: también el mundo se ha vuelto maduro, el racimo negrea, ‐<br />

ahora quiere morir, morir de felicidad. Vosotros hombres superiores, ¿no oléis algo? Misteriosamente<br />

gotea hacia arriba un aroma, ‐ un perfume y aroma de eternidad, un rosáceo, oscuro aroma, como de<br />

vino áureo, de vieja felicidad, ‐ de ebria felicidad de morir a medianoche, que canta: ¡el mundo es<br />

profundo, y más profundo de lo que el día ha pensado!<br />

7

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