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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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‐Y de nuevo oí risas que huían: entonces lo que me rodeaba quedó silencioso, como con un doble<br />

silencio. Yo yacía por el suelo, y el sudor me corría por los miembros.<br />

‐Ahora habéis oído todo, y por qué tengo yo que regresar a mi soledad. No os he callado nada, amigos<br />

míos.<br />

Pero también me habéis oído decir quién sigue siendo el más silencioso de todos los hombres ‐ ¡y quiere<br />

serlo! ¡Ay, amigos míos! ¡Yo tendría aún algunas cosas que deciros, yo tendría aún algunas que daros!<br />

¿Por qué no las doy? ¿Acaso soy avaro?<br />

Y cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras lo asaltó la violencia del dolor y la proximidad de la<br />

separación de sus amigos, de modo que lloró sonoramente; y nadie sabía consolarlo. Y durante la noche<br />

se marchó solo y abandonó a sus amigos.«Endurecer el corazón contra alguien» es expresión bíblica.<br />

Como tantas otras veces, <strong>Nietzsche</strong> usa en alemán la traducción de Lutero. Véase Deuteronomio, 15, 7:<br />

«No endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre» Lo que viene a continuación es un<br />

remedo de la conversación entre Dios y Moisés narrada en Éxodo,4, 10 y ss. En ella Moisés recurre a<br />

diversos pretextos para negarse a ejecutar el mandato de Yahvé; también aquí Zaratustra se niega a<br />

«decir la palabra» del eterno retorno.<br />

Tercera parte de<br />

Así habló Zaratustra<br />

Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado.<br />

¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado?<br />

Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida.<br />

Zaratustra, Del leer y el escribir, I.<br />

El caminante<br />

Fue alrededor de la medianoche cuando Zaratustra emprendió su camino sobre la cresta de la isla para<br />

llegar de madrugada a la otra orilla: pues en aquel lugar quería embarcarse.<br />

Había allí, en efecto, una buena rada, en la cual gustaban echar el ancla incluso barcos extranjeros; éstos<br />

recogían a algunos que querían dejar las islas afortunadas y atravesar el mar. Mientras Zaratustra iba<br />

subiendo la montaña pensaba en las muchas caminatas solitarias que había realizado desde su juventud<br />

y en las muchas montañas y crestas y cimas a que ha había ascendido.<br />

Yo soy un caminante y un escalador de montañas, decía a su corazón, no me gustan las llanuras, y parece<br />

que no puedo estarme sentado tranquilo largo tiempo.<br />

Y sea cual sea mi destino, sean cuales sean las vivencias que aún haya yo de experimentar, ‐ siempre<br />

habrá en ello un caminar y un escalar montañas: en última instancia uno no tiene vivencias más que de sí<br />

mismo.<br />

Pasó ya el tiempo en que era lícito que a mí me sobrevinieran acontecimientos casuales; ¡y qué podría<br />

ocurrirme todavía que no fuera ya algo mío!<br />

Lo único que hace es retornar, por fin vuelve a casa ‐ mi propio sí‐mismo y cuanto de él estuvo largo<br />

tiempo en tierra extraña y disperso entre todas las cosas y acontecimientos casuales.

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