Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
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Pero a ti, oh Zaratustra, es a quien más tiempo he seguido volando y corriendo, y aunque de ti me<br />
ocultase he sido, sin embargo, tu mejor sombra: en todos los lugares en que has estado sentado tú, allí<br />
estaba también sentado yo.<br />
Contigo he andado errante por los mundos más lejanos, más fríos, semejante a un fantasma que corre<br />
voluntariamente sobre tejados invernales y sobre nieve.<br />
Contigo he aspirado a todo lo prohibido, a lo peor, a lo más remoto: y si hay en mí algo que sea virtud,<br />
eso es el no haber tenido miedo de ninguna prohibición.<br />
Contigo he quebrantado aquello que en otro tiempo mi corazón veneró, he derribado todos los mojones<br />
y todas las imágenes, he perseguido los deseos más peligrosos, ‐ en verdad, por encima de todos los<br />
crímenes he pasado corriendo alguna vez.<br />
Contigo perdí la fe en palabras y valores y en grandes nombres. Cuando el diablo cambia de piel, ¿no se<br />
despoja también de su nombre? El nombre es, en efecto, también piel.<br />
El diablo mismo es tal vez ‐ piel.<br />
“Nada es verdadero, todo está permitido”504: así me decía yo para animarme. En las aguas más frías me<br />
arrojé de cabeza y de corazón. ¡Ay, cuántas veces me he encontrado, por esta causa, desnudo como un<br />
rojo cangrejo!<br />
¡Ay, dónde se me han ido todo el bien y toda la vergüenza y toda la fe en los buenos!<br />
¡Ay, dónde se ha ido aquella mentida inocencia que en otro tiempo yo poseía, la inocencia de los buenos<br />
y de sus nobles mentiras!<br />
Con demasiada frecuencia, en verdad, he seguido de cerca a la verdad, pegado a sus pies: entonces ella<br />
me pisaba la cabeza. A veces yo creía mentir, y, ¡mira!, sólo entonces acertaba ‐ con la verdad.<br />
Demasiadas cosas se me han aclarado: y ahora nada me importa ya. Nada vive ya que yo ame, ‐ ¿cómo<br />
iba a continuar amándome a mí mismo?<br />
“Vivir como me plazca, o no vivir en absoluto”: eso es lo que quiero yo, eso es lo que quiere también el<br />
más santo. Mas ¡ay!, ¿tengo yo ya ‐ placer en algo?<br />
¿Tengo yo ‐ todavía una meta? ¿Un puerto hacia el que naveguen mis velas?<br />
¿Un buen viento? Ay, sólo quien sabe hacia dónde navega sabe también qué viento es bueno y cuál es el<br />
favorable para su navegación.<br />
¿Qué me ha quedado ya? Un corazón cansado y desvergonzado; una voluntad inestable; alas para<br />
revolotear; un espinazo roto.<br />
Esta búsqueda de mi hogar: oh Zaratustra, lo sabes bien, esta búsqueda ha sido mi aflicción, que me<br />
devora.<br />
“¿Dónde está ‐ mi hogar?” Por él pregunto y busco y he buscado, y no lo he encontrado.<br />
¡Oh eterno estar en todas partes, oh eterno estar en ningún sitio, oh eterno ‐ en vano!»<br />
Así habló la sombra, y el rostro de Zaratustra se fue alargando al escuchar sus palabras.