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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Entonces algo volvió a hablarme sin voz: «¡Lo sabes, Zaratustra, pero no lo dices!»<br />

‐Y yo respondí por fin, como un testarudo: «¡Sí, lo sé, pero no quiero decirlo!» Entonces algo me habló<br />

de nuevo sin voz: «¿No quieres, Zaratustra? ¿Es eso verdad? ¡No te escondas en tu terquedad!»<br />

‐Y yo lloré y temblé como un niño, y dije: «¡Ay, lo querría, mas cómo poder! ¡Dispénsame<br />

de eso! ¡Está por encima de mis fuerzas!»<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué importas tú, Zaratustra! ¡Di tu palabra y hazte<br />

pedazos!»<br />

‐Y yo respondí: «Ay, ¿es mi palabra? ¿Quién soy yo? Yo estoy aguardando a uno más digno; no soy<br />

siquiera digno de hacerme pedazos contra él»<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿Qué importas tú? Para mí no eres aún bastante humilde. La<br />

humildad tiene la piel más dura de todas» Y yo respondí: «¡Qué cosas no ha soportado ya la piel de mi<br />

humildad! Yo habito al pie de mi altura: ¿cuál es la altura de mis cimas? Nadie me lo ha dicho todavía.<br />

Pero conozco bien mis valles».<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Oh Zaratustra, quien ha de trasladar montañas traslada<br />

también valles y hondonadas»<br />

‐Y yo respondí: «Mi voz no ha trasladado aún montañas, y lo que he dicho no ha llegado a los hombres.<br />

Yo he ido sin duda a los hombres, pero todavía no he llegado hasta ellos»<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué sabes tú de eso! El rocío cae sobre la hierba cuando la<br />

noche está más callada que nunca» Y yo respondí: «Ellos se burlaron de mí cuando encontré mi propio<br />

camino y marché por él; y, en verdad, mis pies temblaban entonces. Y así me dijeron: ¡has olvidado el<br />

camino, y ahora olvidas también hasta el andar!»<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué importa su burla! Tú eres uno que ha olvidado el<br />

obedecer: ¡ahora debes mandar! ¿No sabes quién es el más necesario de todos? El que manda grandes<br />

cosas. Realizar grandes cosas es difícil: pero más difícil es mandarlas. Esto es lo más imperdonable en ti:<br />

tienes poder, y no quieres dominar.»<br />

‐Y yo respondí: «Me falta la voz del león para mandar»<br />

Entonces algo me habló de nuevo como un susurro: «Las palabras más silenciosas son las que traen la<br />

tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo.<br />

Oh Zaratustra, debes caminar como una sombra de lo que tiene que venir: así mandarás y, mandando,<br />

precederás a otros.»<br />

‐Y yo respondí: «Me avergüenzo».<br />

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Tienes que hacerte todavía niño y no tener vergüenza. El<br />

orgullo de la juventud está todavía sobre ti, tarde te has hecho joven: pero el que quiere convertirse en<br />

niño tiene que superar incluso su juventud.»<br />

‐Y yo reflexioné durante largo tiempo, y temblaba. Pero acabé por decir lo que había dicho al comienzo:<br />

«No quiero». Entonces oí risas a mi alrededor. ¡Ay, cómo esas risas me desgarraron las entrañas y me<br />

hendieron el corazón!<br />

Y por última vez algo me habló: «¡Oh Zaratustra, tus frutos están maduros, pero tú no estás maduro para<br />

tus frutos! Por ello tienes que volver de nuevo a la soledad: pues debes ponerte tierno aún.»

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