Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
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Qué seguro contemplaba mi sueño este mundo finito, lo contemplaba no curioso, no indiscreto, no<br />
temeroso, no suplicante: ‐ como si una gran manzana se ofreciese a mi mano, una madura manzana de<br />
oro, de piel aterciopelada, fresca y suave: ‐ así se me ofrecía el mundo: ‐ como si un árbol me hiciera<br />
señas, un árbol de amplio ramaje, de voluntad fuerte, torcido como para ofrecer respaldo e incluso<br />
escabel al cansado del camino: así se erguía el mundo sobre mi promontorio: ‐ como si manos gráciles<br />
me tendiesen un cofre, ‐ un cofre abierto, para éxtasis de ojos pudorosos y reverentes: así se me tendía<br />
hoy el mundo: ‐ no bastante enigma para espantar de él el amor de los hombres, no bastante solución<br />
para adormecer la sabiduría de los hombres: ‐ ¡una cosa humanamente buena era hoy para mí el mundo,<br />
al que tantas cosas malas se le atribuyen!<br />
¡Cuánto agradecí a mi sueño matinal el que yo pesase así hoy, al amanecer, el mundo! ¡Como una cosa<br />
humanamente buena vino a mí ese sueño y consolador del corazón! Y para proceder durante el día como<br />
él, y para seguirlo e imitarlo en lo mejor de él: quiero yo ahora poner en la balanza las tres cosas más<br />
malvadas que existen y sopesarlas de un modo humanamente bueno.<br />
‐ Quien aprendió aquí a bendecir aprendió también a maldecir: ¿cuáles son en el mundo las tres cosas<br />
más maldecidas? Ésas son las que voy a poner en la balanza. Voluptuosidad, ambición de dominio,<br />
egoísmo: estas tres cosas han sido hasta ahora las más maldecidas y de ellas se han dicho las peores<br />
calumnias y mentiras, ‐ a estas tres voy a sopesarlas de un modo humanamente bueno.<br />
¡Adelante! Aquí está mi promontorio y ahí, el mar: éste se me acerca arrollándose velludo, adulador,<br />
viejo y fiel monstruo canino de cien cabezas que yo amo.<br />
¡Adelante! Aquí quiero yo sostener la balanza sobre el arrollado mar: y también elijo un testigo para que<br />
mire, ‐ ¡a ti, árbol solitario, de fuerte aroma, de ancha bóveda, que yo amo!<br />
‐ ¿Por qué puente pasa el ahora hacia el futuro? ¿Cuál es la coacción que compele a lo alto a descender a<br />
lo bajo? ¿Y qué es lo que manda también a lo más alto ‐ que siga ascendiendo?<br />
Ahora la balanza está equilibrada y quieta: tres difíciles preguntas he echado en ella, tres difíciles<br />
respuestas lleva el otro platillo de la balanza.<br />
2<br />
Voluptuosidad: para todos los despreciadores del cuerpo vestidos con cilicios es ella su aguijón y estaca,<br />
y, entre todos los trasmundanos, algo maldecido como «mundo»: pues ella se burla y se mofa de todos<br />
los maestros de la confusión y del error.<br />
Voluptuosidad: para la chusma, el fuego lento en que se abrasa; para toda la madera carcomida, para<br />
todos los pingajos hediondos, el preparado horno ardiente y llameante. Voluptuosidad: para los<br />
corazones libres, algo inocente y libre, la felicidad del jardín terrenal, el desborde de gratitud de todo<br />
futuro al ahora.<br />
Voluptuosidad: sólo para el marchito es un veneno dulzón, para los de voluntad leonina, en cambio, es el<br />
gran estimulante cordial, y el vino de los vinos respetuosamente tratado. Voluptuosidad: la gran felicidad<br />
que sirve de símbolo a toda felicidad más alta y a la suprema esperanza. A muchas cosas, en efecto, les<br />
está prometido el matrimonio y más que el matrimonio, ‐<br />
‐ A muchas cosas que son entre sí más extrañas que hombre y mujer: ‐ ¡y quién ha comprendido del todo<br />
cuán extraños son entre sí hombre y mujer!<br />
Voluptuosidad: ‐ mas basta, quiero tener vallas alrededor de mis pensamientos, también de mis<br />
palabras: ¡para que no entren en mis jardines los cerdos y los exaltados! –