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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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¡Oh hermanos míos, hay mucha sabiduría en el hecho de que exista mucha mierda en el mundo! ‐<br />

15<br />

A los piadosos trasmundanos les he oído decir a su propia conciencia estas sentencias y, en verdad, sin<br />

malicia ni falsía, ‐ aunque nada hay en el mundo más falso ni más maligno.<br />

«¡Deja que el mundo sea el mundo! ¡No muevas ni un dedo en contra de eso!»<br />

«Deja que el que quiera estrangule y apuñale y saje y degüelle a la gente: ¡no muevas ni un dedo en<br />

contra de eso! Así aprenden ellos incluso a renunciar al mundo.»<br />

«Y tu propia razón ‐ a ésa tú mismo debes agarrarla del cuello y estrangularla; pues es una razón de este<br />

mundo, ‐ así aprendes tú mismo a renunciar al mundo.»<br />

‐ ¡Romped, rompedme, oh hermanos míos, estas viejas tablas de los piadosos! ¡Destruid con vuestra<br />

sentencia las sentencias de los calumniadores del mundo!<br />

16<br />

«Quien aprende muchas cosas desaprende todos los deseos violentos» ‐ esto es algo que hoy las gentes<br />

se susurran unas a otras en todas las callejas oscuras.<br />

«¡La sabiduría cansa, no vale la pena ‐ nada; no debes tener deseos!» ‐ esta nueva tabla la he encontrado<br />

colgada incluso en mercados públicos.<br />

¡Rompedme, oh hermanos míos, rompedme también esta nueva tabla! Los cansados del mundo la han<br />

colgado de la pared, y los predicadores de la muerte, y también los carceleros: ¡pues mirad, también ella<br />

es una predicación en favor de la esclavitud! ‐Ellos han aprendido mal, y no las mejores cosas, y todo de<br />

un modo demasiado prematuro, y todo de un modo demasiado rápido: y han comido mal, y por ello se<br />

les ha indigestado el estómago, ‐ un estómago indigestado es, en efecto, su espíritu: ¡él es el que<br />

aconseja la muerte! ¡Pues, en verdad, hermanos míos, el espíritu es un estómago!<br />

La vida es un manantial de placer: mas para aquel en el cual habla un estómago indigestado, padre de la<br />

tribulación, para ése todas las fuentes están envenenadas. Conocer: ¡esto es placer para el hombre de<br />

voluntad leonina! Pero quien se ha cansado, ése sólo es «querido», con él juegan todas las olas.<br />

Y esto es lo que les ocurre siempre a los hombres débiles: se pierden a sí mismos en sus caminos. Y al<br />

final, todavía su cansancio pregunta: «¡para qué hemos recorrido caminos! ¡Todo es igual!»<br />

A los oídos de éstos les suena de manera agradable el que se predique: «¡Nada merece la pena! ¡No<br />

debéis querer» Mas ésta es una predicación en favor de la esclavitud. Oh hermanos míos, cual un viento<br />

fresco y rugiente viene Zaratustra para todos los cansados del mundo; ¡a muchas narices hará aún<br />

estornudar!<br />

También a través de los muros sopla mi aliento libre, ¡y penetra hasta las cárceles y los espíritus<br />

encarcelados! El querer hace libres: pues querer es crear: así enseño yo. ¡Y sólo para crear debéis<br />

aprender! ¡Y también el aprender debéis aprenderlo de mí, el aprender bien! ‐ ¡Quien tenga oídos,<br />

oiga!<br />

17<br />

Ahí está la barca, ‐ quizá navegando hacia la otra orilla se vaya a la gran nada. ‐ ¿Quién quiere<br />

embarcarse en ese «quizá»? ¡Ninguno de vosotros quiere embarcarse en la barca de la muerte! ¡Cómo

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