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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Tras un breve intervalo, sin embargo, volvió a estar junto a sus huéspedes, los miró con ojos claros y<br />

escrutadores, y dijo:<br />

«Huéspedes míos, vosotros hombres superiores, quiero hablar con vosotros en alemán y con<br />

claridad513. No era a vosotros a quien yo aguardaba aquí en estas montañas.»<br />

«¿En alemán y con claridad? ¡Que Dios tenga piedad!, dijo entonces aparte el rey de la izquierda; ¡se<br />

nota que este sabio de Oriente no conoce a los queridos alemanes! Pero querrá decir, “en alemán y con<br />

rudeza” ‐ ¡bien! ¡No es éste hoy el peor de los gustos!»)<br />

«Es posible, en verdad, que todos vosotros seáis hombres superiores, continuó Zaratustra: mas para mí ‐<br />

no sois bastante altos ni bastante fuertes. Para mí, es decir: para lo inexorable que dentro de mí calla,<br />

pero que no siempre callará.<br />

Y si pertenecéis a mí, no es como mi brazo derecho. Pues quien tiene piernas enfermas y delicadas,<br />

como vosotros, ése quiere, lo sepa o se lo oculte, que se sea indulgente con él.<br />

Mas con mis brazos y mis piernas yo no soy indulgente, yo no soy indulgente con mis guerreros: ¿cómo<br />

podríais vosotros servir para mi guerra?<br />

Con vosotros yo me echaría a perder incluso las victorias. Y muchos de vosotros se desplomarían ya con<br />

sólo oír el sonoro retumbar de mis tambores.<br />

Tampoco sois vosotros para mí ni bastante bellos ni bastante bien nacidos. Yo necesito espejos puros y<br />

lisos para mis doctrinas; sobre vuestra superficie se deforma incluso mi propia efigie.<br />

Vuestros hombros están oprimidos por muchas cargas, por muchos recuerdos; más de un enano<br />

perverso está acurrucado en vuestros rincones. También dentro de vosotros hay plebe oculta.<br />

Y aunque seáis altos y de especie superior: mucho en vosotros es torcido y deforme. No hay herrero en<br />

el mundo que pueda arreglaros y enderezaros como yo quiero.<br />

Vosotros sois únicamente puentes: ¡que hombres más altos puedan pasar sobre vosotros a la otra orilla!<br />

Vosotros representáis escalones: ¡no os irritéis, pues, contra el que sube por encima de vosotros hacia su<br />

propia altura!<br />

Es posible que de vuestra simiente me brote alguna vez un hijo auténtico y un heredero perfecto: pero<br />

eso está lejos. Vosotros mismos no sois aquellos a quienes pertenecen mi herencia y mi nombre.<br />

No es a vosotros a quienes aguardo yo aquí en estas montañas, no es con vosotros con quienes me es<br />

lícito descender por última vez. Habéis venido aquí tan sólo como presagio de que hombres más altos se<br />

encuentran ya en camino hacia mí, ‐ no los hombres del gran anhelo, de la gran náusea, del gran hastío, y<br />

lo que habéis llamado el último residuo de Dios.<br />

‐ ¡No! ¡No! ¡Tres veces no! Es a otros a quienes aguardo yo aquí en estas montañas, y mi pie no se<br />

moverá de aquí sin ellos, ‐ a otros más altos, más fuertes, más victoriosos, más alegres, cuadrados de<br />

cuerpo y de alma: ¡leones rientes tienen que venir!<br />

Oh, huéspedes míos, vosotros hombres extraños, ¿no habéis oído nada aún de mis hijos? ¿Y de que se<br />

encuentran en camino hacia mí?<br />

Habladme, pues, de mis jardines, de mis islas afortunadas, de mi nueva y bella especie, ‐ ¿por qué no me<br />

habláis de esto?

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