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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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De hilar y de anudar y de tejer entienden sus dedos: ¡así hacen los calcetines del espíritu! Son buenos<br />

relojes: ¡con tal de que se tenga cuidado de darles cuerda a tiempo! Entonces señalan la hora sin fallo y,<br />

al hacerlo, producen un discreto ruido.<br />

Trabajan igual que molinos y morteros: ¡basta con echarles nuestros cereales! – ellos saben moler bien el<br />

grano y convertirlo en polvo blanco.<br />

Se miran unos a otros los dedos y no se fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias pequeñas,<br />

aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies tullidos, ‐ aguardan igual que arañas.<br />

Siempre les he visto preparar veneno con cautela; y siempre, al hacerlo, se cubrían los dedos con<br />

guantes de cristal.<br />

También saben jugar con dados falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que al hacerlo<br />

sudaban.<br />

Somos recíprocamente extraños, y sus virtudes repugnan a mi gusto aún más que sus falsedades y sus<br />

dados engañosos. Y cuando yo habitaba entre ellos habitaba por encima de ellos. Por esto se enojaron<br />

conmigo.<br />

No quieren siquiera oír decir que alguien camina por, encima de sus cabezas; y por ello colocaron<br />

maderas y tierra e inmundicias entre mí y sus cabezas.<br />

Así amortiguaron el sonido de mis pasos: y, hasta hoy, quienes peor me han oído han sido los más doctos<br />

de todos.<br />

Entre ellos y yo han colocado las faltas y debilidades de todos los hombres: ‐ «techo falso» llaman a esto<br />

en sus casas.<br />

Mas, a pesar de todo, con mis pensamientos camino por encima de sus cabezas; y aun cuando yo<br />

quisiera caminar sobre mis propios errores, continuaría estando por encima de ellos y de sus cabezas.<br />

Pues los hombres no son iguales: así habla la justicia, ¡y lo que yo quiero, eso a<br />

ellos no les ha sido lícito quererlo!<br />

Así habló Zaratustra.<br />

De los poetas<br />

Desde que conozco mejor el cuerpo, ‐ dijo Zaratustra a uno de sus discípulos ‐ el espíritu no es ya para mí<br />

más que un modo de expresarse; y todo lo ‘imperecedero’ ‐ es también sólo un símbolo».<br />

«Esto ya te lo he oído decir otra vez, respondió el discípulo; y entonces añadiste: “mas los poetas<br />

mienten demasiado?”. ¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado?»<br />

«¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito preguntarles por<br />

su porqué. ¿Es que mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que viví las razones de mis<br />

opiniones.<br />

¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones? Ya me<br />

resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa volando.<br />

A veces encuentro también en mi palomar un animal que ha venido volando y que me es extraño, y que<br />

tiembla cuando pongo mi mano sobre él.

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