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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Oh hermanos míos, quien es una primicia es siempre sacrificado. Ahora bien, nosotros somos primicias.<br />

Todos nosotros derramamos nuestra sangre en altares secretos, todos nosotros nos quemamos y nos<br />

asamos en honor de viejas imágenes de ídolos.<br />

6<br />

Lo mejor de nosotros es todavía joven: esto excita los viejos paladares. Nuestra carne es tierna, nuestra<br />

piel es piel de cordero: ‐ ¡cómo no íbamos nosotros a excitar a viejos sacerdotes de ídolos!<br />

Dentro de nosotros mismos habita todavía él, el viejo sacerdote de ídolos, que asa, para prepararse un<br />

banquete, lo mejor de nosotros. ¡Ay, hermanos míos, cómo no iban las primicias a ser víctimas!<br />

Pero así lo quiere nuestra especie; y yo amo a los que no quieren preservarse a sí mismos. A quienes se<br />

hunden en su ocaso los amo con todo mi amor: pues pasan al otro lado.<br />

7<br />

Ser verdaderos ‐ ¡pocos son capaces de esto! Y quien es capaz ¡no quiere todavía! Y los menos capaces<br />

de todos son los buenos.<br />

¡Oh esos buenos! ‐ Los hombres buenos no dicen nunca la verdad; para el espíritu el ser bueno de ese<br />

modo es una enfermedad. Ceden, estos buenos, se resignan, su corazón repite lo dicho por otros, el<br />

fondo de ellos obedece: ¡mas quien obedece no se oye a sí mismo!<br />

Todo lo que los buenos llaman malvado tiene que reunirse para que nazca una verdad: oh hermanos<br />

míos, ¿sois también vosotros bastante malvados para esa verdad? La osadía temeraria, la larga<br />

desconfianza, el cruel no, el fastidio, el sajar en vivo ‐ ¡qué raras veces se reúne esto! Pero de tal semilla<br />

es de la que ‐ ¡se engendra verdad!<br />

¡Junto a la conciencia malvada ha crecido hasta ahora todo saber! ¡Romped, rompedme, hombres del<br />

conocimiento, las viejas tablas!<br />

8<br />

Cuando el agua tiene maderos para atravesarla, cuando puentecillos y pretiles saltan sobre la corriente:<br />

en verdad, allí no se cree a nadie que diga: «Todo fluye»<br />

Hasta los mismos imbéciles le contradicen. «¿Cómo?, dicen los imbéciles, ¿que todo fluye? ¡Pero si hay<br />

puentecillos y pretiles sobre la corriente!<br />

Sobre la corriente todo es sólido, todos los valores de las cosas, los puentes, conceptos, todo el ‘bien’ y el<br />

‘mal’: ¡todo eso es sólido!» ‐Mas cuando llega el duro invierno, el domeñador de ríos: entonces incluso<br />

los más chistosos aprenden desconfianza; y, en verdad, no sólo los imbéciles dicen entonces: «¿No será<br />

que todo permanece ‐ inmóvil?»<br />

«En el fondo todo permanece inmóvil» ‐, ésta es una auténtica doctrina de invierno, una buena cosa<br />

para una época estéril, un buen consuelo para los que se aletargan durante el invierno y para los<br />

trashogueros.<br />

«En el fondo todo permanece inmóvil»: ‐ ¡mas contra esto predica el viento del deshielo!<br />

El viento del deshielo, un toro que no es un toro de arar, ‐ ¡un toro furioso, un destructor, que con astas<br />

coléricas rompe el hielo! Y el hielo ‐ ‐ ¡rompe los puentecillos!

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