Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA
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en lo más grande y también en lo más pequeño, para enseñar de nuevo el eterno retorno de todas las<br />
cosas, ‐ para decir de nuevo la palabra del gran mediodía de la tierra y de los hombres, para volver a<br />
anunciar el superhombre a los hombres.<br />
He dicho mi palabra, quedo hecho pedazos a causa de ella: así lo quiere mi suerte eterna‐ , ¡perezco<br />
como anunciador!<br />
Ha llegado la hora de que el que se hunde en su ocaso se bendiga a sí mismo. Así ‐acaba el ocaso de<br />
Zaratustrd”».<br />
Cuando los animales hubieron dicho estas palabras callaron y aguardaron a que Zaratustra les dijese<br />
algo: mas Zaratustra no oyó que ellos callaban. Antes bien, yacía en silencio, con los ojos cerrados,<br />
semejante a un durmiente, aunque ya no dormía: pues se hallaba en conversación con su alma. Pero la<br />
serpiente y el águila, al encontrarlo tan silencioso, honraron el gran silencio que lo rodeaba y se alejaron<br />
con cuidado.<br />
Del gran anhelo<br />
Oh alma mía426, yo te he enseñado a decir «Hoy» como se dice «Alguna vez» y «En otro tiempo» y a<br />
bailar tu ronda por encima de todo Aquí y Ahí y Allá.<br />
Oh alma mía, yo te he redimido de todos los rincones, yo he apartado de ti el polvo, las arañas y la<br />
penumbra.<br />
Oh alma mía, yo te he lavado del pequeño pudor y de la virtud de los rincones y te persuadía estar<br />
desnuda ante los ojos del sol.<br />
Con la tempestad llamada «Espíritu» soplé sobre tu mar agitado; todas las nubes las expulsé de él<br />
soplando, estrangulé incluso al estrangulador llamado «Pecado».<br />
Oh alma mía, te he dado el derecho de decir no como la tempestad y de decir sí como dice sí el cielo<br />
abierto: silenciosa como la luz te encuentras ahora, y caminas a través de tempestades de negación.<br />
Oh alma mía, te he devuelto la libertad sobre lo creado y lo increado: ¿y quién conoce la voluptuosidad<br />
de lo futuro como tú la conoces?<br />
Oh alma mía, te he enseñado el despreciar que no viene como una carcoma, el grande, amoroso<br />
despreciar, que ama máximamente allí donde máximamente desprecia.<br />
Oh alma mía, te he enseñado a persuadir de tal modo que persuades a venir a ti a los argumentos<br />
mismos: semejante al sol, que persuade al mar a subir hasta su altura.<br />
Oh alma mía, he apartado de ti todo obedecer, todo doblar la rodilla y todo llamar «señor» a otro, te he<br />
dado a ti misma el nombre «Viraje de la necesidad» y «Destino».<br />
Oh alma mía, te he dado nuevos nombres y juguetes multicolores, te he llamado «Destino» y «Contorno<br />
de los contornos» y «Ombligo del tiempo» y «Campana azur».<br />
Oh alma mía, a tu terruño le he dado a beber toda sabiduría, todos los vinos nuevos y también todos los<br />
vinos fuertes, inmemorialmente viejos, de la sabiduría.<br />
Oh alma mía, todo sol lo he derramado sobre ti, y toda noche y todo callar y todo anhelo: ‐ así has<br />
crecido para mí cual una viña.