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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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En una isla creyeron desembarcar en otro tiempo, cuando el mar los arrastró lejos; pero mira, ¡era un<br />

monstruo dormido!<br />

Falsos valores y palabras ilusas: ésos son los peores monstruos para los mortales, ‐ largo tiempo duerme<br />

y aguarda en ellos la fatalidad.<br />

Mas al fin ésta llega y vigila y devora y se traga aquello que construyó tiendas para sí encima de ella. ¡Oh,<br />

contemplad esas tiendas que esos sacerdotes se han construido! Iglesias llaman ellos a sus cavernas de<br />

dulzona fragancia.<br />

¡Oh, esa luz falsa, ese aire que huele a moho! ¡Aquí donde al alma no le es lícito – elevarse volando hacia<br />

su altura!<br />

Su fe, por el contrario, ordena esto: «¡De rodillas subid la escalera, pecadores!»<br />

¡En verdad, prefiero ver incluso al hombre carente de pudor que los torcidos ojos de su pudor y<br />

devoción!<br />

¿Quién creó para sí tales cavernas y escaleras de penitencia? ¿No fueron aquellos que querían<br />

esconderse y se avergonzaban del cielo puro?<br />

Y sólo cuando el cielo puro vuelva a mirar a través de techos derruidos y llegue hasta la hierba y la roja<br />

amapola crecidas junto a muros derruidos165, ‐ sólo entonces quiero yo volver a dirigir mi corazón hacia<br />

los lugares de ese Dios.<br />

Ellos llamaron Dios a lo que les contradecía y causaba dolor: y en verdad, ¡mucho heroísmo había en su<br />

adoración! ¡Y no supieron amar a su Dios de otro modo que clavando al hombre en la cruz!<br />

Como cadáveres pensaron vivir, de negro vistieron su cadáver; también en sus discursos huelo yo<br />

todavía el desagradable aroma de cámaras mortuorias.<br />

Y quien vive cerca de ellos, cerca de negros estanques vive, desde los cuales canta el sapo su canción con<br />

dulce melancolía.<br />

Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en su redentor: ¡más<br />

redimidos tendrían que parecerme los discípulos de ese redentor!<br />

Desnudos quisiera verlos: pues únicamente la belleza debiera predicar penitencia. ¡Mas a quién<br />

persuade esa tribulación embozada!<br />

¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la libertad y del séptimo cielo de la libertad! ¡En<br />

verdad, ellos mismos no caminaron nunca sobre las alfombras del conocimiento!<br />

De huecos se componía el espíritu de esos redentores; mas en cada hueco habían colocado su ilusión, su<br />

tapahuecos, al que ellos llamaban Dios.<br />

En su compasión se había ahogado su espíritu, y cuando se hinchaban y desbordaban de compasión,<br />

siempre nadaba en la superficie una gran tontería.<br />

Celosamente y a gritos conducían su rebaño por su vereda: ¡como si hacia el futuro no hubiera más que<br />

una sola vereda! ¡En verdad, también estos pastores continuaban formando parte de las ovejas<br />

Espíritus pequeños y almas voluminosas tenían estos pastores: pero, hermanos míos, ¡qué comarcas tan<br />

pequeñas han sido hasta ahora incluso las almas más voluminosas!

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