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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Y más profundo de lo que el día ha pensado.<br />

¡Siete!<br />

Profundo es su dolor ‐,<br />

¡Ocho!<br />

El placer ‐ es aún más profundo que el sufrimiento:<br />

¡Nueve!<br />

El dolor dice: ¡Pasa!<br />

¡Diez!<br />

Mas todo placer quiere eternidad ‐,<br />

¡Once!<br />

‐ ¡quiere profunda, profunda eternidad!»<br />

¡Doce!<br />

Los siete sellos (O: La canción «Sí y Amén »)433<br />

1<br />

Si yo soy un adivino y estoy lleno de aquel espíritu vaticinador que camina sobre una elevada cresta<br />

entre dos mares, ‐ que camina como una pesada nube entre lo pasado y lo futuro 434, ‐ hostil a las<br />

hondonadas sofocantes y a todo lo que está cansado y no es capaz ni de vivir ni de morir: dispuesta en su<br />

oscuro seno a lanzar el rayo y el redentor resplandor, grávida de rayos que dicen ¡sí!, ríen ¡sí!, dispuesta<br />

a lanzar vaticinadores resplandores fulgurantes: ‐ ¡bienaventurado el que está grávido de tales cosas! ¡Y,<br />

en verdad, mucho tiempo tiene que estar suspendido de la montaña, cual una mala borrasca, quien<br />

alguna vez debe encender la luz del futuro!<br />

‐ Oh, cómo no iba yo a anhelar la eternidad y el nupcial anillo de los anillos, ‐ ¡el anillo del retorno!<br />

Nunca encontré todavía la mujer de quien quisiera tener hijos, a no ser esta mujer a quien yo amo: ¡pues<br />

yo te amo, oh eternidad!<br />

¡Pues yo te amo, oh eternidad!<br />

2<br />

Si alguna vez mi cólera destrozó sepulcros, desplazó mojones e hizo rodar viejas tablas, ya rotas, a<br />

profundidades cortadas a pico: Si alguna vez mi escarnio aventó palabras enmohecidas y yo vine como<br />

una escoba para arañas cruceras y como viento que limpia viejas y sofocantes criptas funerarias: Si<br />

alguna vez me senté jubiloso allí donde yacen enterrados viejos dioses, bendiciendo al mundo, amando<br />

al mundo, junto a los monumentos de los viejos calumniadores del mundo.<br />

‐Pues yo amo incluso las iglesias y los sepulcros de dioses, a condición de que el cielo mire con su ojo<br />

puro a través de sus derruidos techos; me gusta sentarme, como hierba y roja amapola, sobre derruidas<br />

iglesias<br />

Oh, ¿cómo no iba yo a anhelar la eternidad y el nupcial anillo de los anillos, ‐ el anillo del retorno?<br />

Nunca encontré todavía la mujer de quien quisiera tener hijos, a no ser esta mujer a quien yo amo: ¡pues<br />

yo te amo, oh eternidad!<br />

¡Pues yo te amo, oh eternidad!<br />

3<br />

Si alguna vez llegó hasta mí un soplo del soplo creador y de aquella celeste necesidad que incluso a los<br />

azares obliga a bailar ronda de estrellas: Si alguna vez reí con la risa del rayo creador, al que gruñendo,

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