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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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pretendéis ser entonces hombres cansados del mundo! ¡Cansados del mundo! ¡Y ni siquiera habéis<br />

llegado a estar desprendidos de la tierra!<br />

¡Siempre os he encontrado ávidos todavía de tierra, enamorados todavía del propio estar cansados de la<br />

tierra! No en vano tenéis el labio colgante ‐ ¡un pequeño deseo de tierra continúa asentado en él! Y en el<br />

ojo ‐ ¿no flota en él una nubecilla de inolvidado placer terrestre? Hay en la tierra muchas buenas<br />

invenciones, las unas útiles, las otras agradables: por causa de ellas resulta amable la tierra.<br />

Y muchas y distintas cosas están tan bien inventadas que, como el pecho de la mujer: son útiles y<br />

agradables a la vez.<br />

¡Mas vosotros los cansados del mundo! ¡Vosotros los perezosos de la tierra! ¡A vosotros se os debe<br />

azotar! Al azotaros se os debe espabilar de nuevo las piernas. Pues: si no sois enfermos y pillos<br />

decrépitos, de los que la tierra está cansada, sois astutos perezosos, o golosos y agazapados gatos de<br />

placer. Y si no queréis volver a correr alegremente, entonces debéis ‐ ¡iros al otro mundo!<br />

No se debe querer ser médico de incurables: así lo enseña Zaratustra: ‐ ¡por eso debéis iros al otro<br />

mundo! Pero se necesita más valor para poner fin que para escribir un nuevo verso: esto lo saben todos<br />

los médicos y todos los poetas. –<br />

18<br />

Oh hermanos míos, hay tablas que las creó la fatiga, y tablas que las creó la pereza, tablas perezosas:<br />

aunque hablan del mismo modo, quieren que se las oiga de modo distinto.<br />

‐¡Mirad ahí ese hombre que desfallece! Se halla tan sólo a un palmo de su meta, mas a causa de la fatiga<br />

se ha tendido ahí, obstinado, en el polvo: ¡ese valiente!<br />

A causa de la fatiga bosteza del camino y de la tierra y de la meta y de sí mismo: no quiere dar un solo<br />

paso más, ‐¡ese valiente! Ahora el sol arde sobre él, y los perros lamen su sudor391: pero él yace ahí en<br />

su obstinación y prefiere desfallecer: ‐¡desfallecer a un palmo de su meta! En verdad, tendréis que<br />

llevarlo agarrado por los cabellos incluso a su cielo, ‐ ¡a ese héroe!<br />

Es mejor que lo dejéis tirado ahí donde él se ha echado, para que le llegue el sueño, el consolador, con<br />

un chaparrón refrescante: Dejadle yacer hasta que se despierte por sí mismo, ‐ ¡hasta que se retracte<br />

por sí mismo de toda fatiga y de lo que en él enseñaba fatiga!<br />

Sólo, hermanos míos, ahuyentad de él a los perros, a los hipócritas perezosos y a todo el enjambre de<br />

sabandijas: ‐ a todo el enjambre de sabandijas de los «cultos», que con el sudor de todo héroe ‐ ¡se<br />

regala! –<br />

19<br />

Yo trazo en torno a mí círculos y fronteras sagradas; cada vez es menor el número de quienes conmigo<br />

suben hacia montañas cada vez más altas, ‐ yo construyo una cordillera con montañas más santas cada<br />

vez.<br />

Pero adondequiera que conmigo subáis, oh hermanos míos: ¡cuidad de que no suba con vosotros un<br />

parásito!<br />

Parásito: es un gusano, un gusano que se arrastra, que se doblega, que quiere engordar a costa de<br />

vuestros rincones enfermos y heridos.

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