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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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Mejor es, en verdad, vivir entre eremitas y cabreros que con nuestra dorada, falsa y acicalada plebe ‐<br />

aunque se llame a sí misma “buena sociedad”, ‐ aunque se llame a sí misma “nobleza”. Allí todo es falso<br />

y podrido, en primer lugar la sangre, gracias a viejas y malas enfermedades y a curanderos aun peores.<br />

El mejor y el preferido continúa siendo para mí hoy un sano campesino, tosco, astuto, testarudo, tenaz:<br />

ésa es hoy la especie más noble.<br />

El campesino es hoy el mejor; ¡y la especie de los campesinos debería dominar! Pero éste es el reino de<br />

la plebe, ‐ ya no me dejo engañar. Y plebe quiere decir: mezcolanza.<br />

Mezcolanza plebeya: en ella todo está revuelto con todo, santo y bandido e hidalgo y judío y todos los<br />

animales del arca de Noé.<br />

¡Buenas costumbres! Todo es entre nosotros falso y podrido. Nadie sabe ya venerar: justo de eso es de<br />

lo que nosotros vamos huyendo. Son perros empalagosos y pegajosos, pintan con purpurina hojas de<br />

palma.<br />

¡La náusea que me estrangula es que incluso nosotros los reyes nos hemos vuelto falsos, andamos<br />

recubiertos y disfrazados con la vieja y amarillenta pompa de nuestros abuelos, siendo medallones para<br />

los más estúpidos y para los más astutos y para todo el que hoy trafica con el poder!<br />

Nosotros no somos los primeros ‐ y, sin embargo, tenemos que pasar por tales: de esa superchería<br />

estamos ya hartos por fin, y nos produce náuseas.<br />

De la chusma hemos escapado, de todos esos vocingleros y moscardones que escriben, del hedor de los<br />

tenderos, de la agitación de los ambiciosos, del aliento pestilente ‐: puf, vivir en medio dula chusma,<br />

‐ puf, ¡pasar por los primeros en medio de la chusma! Ay, ¡náusea! ¡náusea! ¡náusea!<br />

¡Qué importamos ya nosotros los reyes!» ‐<br />

«Tu vieja enfermedad te acomete, dijo entonces el rey de la izquierda, la náusea te acomete, pobre<br />

hermano mío. Pero ya sabes que hay alguien que nos está escuchando.»<br />

Inmediatamente se levantó de su escondite Zaratustra, que había abierto del todo sus oídos y sus ojos a<br />

estos discursos, acercóse a los reyes y comenzó a decir: «Quien os escucha, quien con gusto os escucha,<br />

reyes, se llama Zaratustra.<br />

Yo soy Zaratustra, que en otro tiempo dijo: “¡Qué importan ya los reyes!” Perdonadme que me haya<br />

alegrado cuando os decíais uno a otro: “¡Qué importamos nosotros los reyes!”<br />

Éste es mi reino y mi dominio: ¿qué andáis buscando vosotros en mi reino? Pero acaso habéis<br />

encontrado en el camino lo que yo busco, a saber: el hombre superior.»<br />

Cuando los reyes oyeron esto se dieron golpes de pecho y dijeron con una sola boca: «¡Hemos sido<br />

reconocidos!<br />

Con la espada de esa palabra has desgarrado la más densa tiniebla de nuestro corazón. Has descubierto<br />

nuestra necesidad, pues ¡mira! Estamos en camino para encontrar al hombre superior, ‐ al hombre que<br />

sea superior a nosotros: aunque nosotros seamos reyes. Para él traemos este asno. Pues el hombre<br />

supremo, el superior a todos, debe ser en la tierra también el señor supremo.<br />

No existe desgracia más dura en todo destino de hombre que cuando los poderosos de la tierra no son<br />

también los primeros hombres. Entonces todo se vuelve falso y torcido y monstruoso.

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