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Federico Nietzsche ASÍ HABLO ZARATUSTRA

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¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para sí mismos,<br />

‐ odian al solitario.<br />

¡Guárdate también de la santa simplicidad!106 Para ella no es santo lo que no es simple; también le<br />

gusta jugar con el fuego ‐ con el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.<br />

¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario la mano a aquel<br />

con quien se encuentra.<br />

A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata tenga también<br />

garras.<br />

Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en<br />

las cavernas y en los bosques.<br />

¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete<br />

demonios!<br />

Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un<br />

malvado.<br />

Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses<br />

convertido en ceniza!<br />

Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!<br />

Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo y por ello te desprecias como sólo los<br />

amantes saben despreciar.<br />

¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar<br />

precisamente aquello que amaba!<br />

Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia<br />

cojeando.<br />

Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo y<br />

por ello perece. –<br />

Así habló Zaratustra.<br />

De viejecillas y de jovencillas<br />

Por qué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el crepúsculo, Zaratustra? ¿Qué es lo que<br />

escondes con tanto cuidado bajo tu manto?<br />

¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a luz? ¿O es que tú mismo sigues ahora los<br />

caminos de los ladrones, tú amigo de los malvados?» ‐<br />

¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que me han regalado: es una pequeña verdad lo<br />

que llevo conmigo. Pero es revoltosa como un niño pequeño; y si no le tapo la boca, grita a voz en cuello.<br />

Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol se pone, me encontré con una viejecilla, la<br />

cual habló así a mi alma:<br />

«Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las mujeres, pero nunca nos ha hablado<br />

sobre la mujer».

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