Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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Tan torrentosa es la rutina; tan cegatona, la<br />
opinión para encarar la realidad, y tan comunmente<br />
se debatió la tesis contraria, que mi aserción<br />
corre peligro de ser tachada de insincera, de<br />
disformidad, o de paradoja vocinglera. Hasta el<br />
mismo <strong>Hombre</strong> de Corrientes y Esmeralda, si<br />
leyera estos apuntes, se armaría de sospechas y<br />
pensaría: “Éste nos está cachando”. Pero no nos<br />
descompongamos, y abordemos el tema tranquilos.<br />
La riqueza es cebo que arrebata la imaginación<br />
y acelera el pulso más seguro de sí. Todos quieren<br />
ser ricos. Poseer fortuna es expectación en que<br />
todos los hombres se emparejan, pero en su querencia<br />
el hombre templado no desperdiga genuinos<br />
dotes de su vida. Quiere el sabio ser rico, pero<br />
por serlo no malgasta una hora de tarea. La codicia,<br />
el anhelo de riqueza, no puede aquilatarse,<br />
pues, sino por las energías que por alcanzarla se<br />
disipan. Aunque ambos anhelan fortuna, codicioso<br />
es el comerciante que se merma las horas de<br />
sueño, rabonea sus comidas, ahorra sus dispendios,<br />
y no el sabio que la desaira como lejanía<br />
quimérica. <strong>El</strong> porteño es así: se complace en la<br />
fortuna imaginada, pero en su apropiación no<br />
empeña ninguna de sus bonanzas vitales. También<br />
para él, la fortuna es una lejanía, una quimera<br />
que revolotea a su alrededor distrayendo la longitud<br />
de sus tedios, pero por cuya posesión no in-<br />
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