Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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de su codicia, no hallan expediente mejor que vituperar<br />
a los mismos que adularon. Los sucesores<br />
en las esferas oficiales no escarmientan, o no comprenden,<br />
y reinciden en la falta. Los conservadores<br />
manejaron durante muchos años el país como<br />
cosa propia. En desprendida capitación, se repartieron<br />
los bienes mostrencos, y algunos otros. Cicatearon<br />
la opinión del pueblo, trampearon votaciones,<br />
sin que el pueblo contuviera su voracidad<br />
y su fullería. Se enriquecieron y se entremezclaron<br />
a los terratenientes antiguos y respetados. Poco<br />
ganaron. Para el porteño, el único dinero que<br />
da aristocracia es el agropecuario. Mas, luego, los<br />
conservadores ensoberbecidos, supusieron que el<br />
país les pertenecía, y entraron en confabulaciones<br />
con los capitales extranjeros. Se hicieron abogados<br />
de empresas, directores de ferrocarriles, accionistas<br />
de capital inconfesable... Y caducaron,<br />
lamentablemente.<br />
Los radicales perduraron mientras tuvieron presente<br />
la idea de su responsabilidad. <strong>El</strong> pueblo excusaba<br />
las pequeñas incorrecciones, los ladronzuelos<br />
con ínfulas, el arribismo desaforado. Pero Irigoyen<br />
se mareó con los ochocientos mil votos de<br />
su candidatura. La altanería lo perdió. Su segunda<br />
presidencia fue una tanda inacabable de infatuamientos<br />
y emboscadas a la opinión. Soberbia<br />
era menoscabar en vano al Parlamento; soberbia,<br />
hacer gala de matonismo en las interven-<br />
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