Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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logía que le supone engendrado por él. No es hijo<br />
de su padre, es hijo del país. “Sorprende, dice<br />
Emilio Daireaux, que era francés y buen mirador<br />
del país, que el hijo criollo nacido de padre extranjero<br />
sea capaz de enseñar a su padre la ciencia de<br />
la vida, tan difícil de aprender para el que se<br />
transplantó a un país nuevo”. Y cuenta que en una<br />
excursión se produjo un desperfecto en el carruaje<br />
de un extranjero radicado desde mucho tiempo<br />
atrás en Buenos Aires. “Su hijo, de diez años de<br />
edad, nacido en el país, bajó del coche. Cortó, recortó,<br />
hizo nudos mágicos y corrigió el desperfecto.<br />
Al volver a su casa, dijo a su madre, de la manera<br />
más natural del mundo, sin orgullo, sin presunción:<br />
—¡Ah, mamá, si no hubiera estado yo allí, no<br />
sé como se las hubiera arreglado papa!<br />
Y era verdad. <strong>Esta</strong> facilidad para salir de apuros<br />
para encontrar recursos en sí mismo, en circunstancias<br />
difíciles, en resolverlo todo en plena<br />
pampa, que es instintiva del joven americano, sorprenderá<br />
siempre al viejo europeo, maduro y de<br />
experiencias, pero mal preparado para el aislamiento”.<br />
Ese individualismo intrépido, que afronta la fatalidad<br />
con desenvuelto ademán, que no reconoce<br />
lindes a su independencia, que atropella y desquicia<br />
todos los principios de la sociedad europea,<br />
que derrocha su acopio vital en futesas y pasa-<br />
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