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Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF

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ico que Ford. Y con los pesos de Ford no se adquieren<br />

los deleites que yo me proporciono”.<br />

<strong>El</strong> porteño no dice nada, pero lo cierto es que<br />

para equiparar vida y pesos hay que tasar en pesos<br />

la vida o en vida los pesos. Lo indudable es que<br />

si el porteño aprecia la fortuna, en más aprecia su<br />

vida. <strong>El</strong> dinero no le llama; ni otros llamados de<br />

ambición escucha. <strong>El</strong> se ríe cuando piensa que detrás<br />

del espejismo de esa palabra se lanzaron varios<br />

millones de europeos a cultivar y cosechar estas<br />

tierras, y, siempre tras él, trabajaron hasta sucumbir.<br />

A él, “no lo engrupe” la fortuna. Es su<br />

propio elucidario, y como en la tabla de valores<br />

del sentimiento porteño ningún símbolo se aproxima<br />

a las equivalencias de la simple, clara y riente<br />

fluxión humana, la riqueza es otra superstición que<br />

no lo engaña: da poco y resta mucho. Por eso el<br />

porteño no quiere ser rico. <strong>El</strong> porteño, en su nueva<br />

evaluación de la vida, es un millonario ingénito.<br />

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