Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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liaridad de conciencia del <strong>Hombre</strong> de Corrientes y<br />
Esmeralda. Lo que él predica habitualmente es lo<br />
europeo. <strong>El</strong> sentimiento porteño no aflora más<br />
que en una mueca, en una pausa, en una irresolución.<br />
A veces se atreve a erigirse en opinión, y se<br />
explaya con una defensita burlona, como si no fuera<br />
una verdad, sino una paradoja de humorismo.<br />
Es más fácil recitar los lugares comunes de la moral<br />
europea, aplicar los artículos de la codificación<br />
romana, admitir lo contratado en sociedades<br />
vetustas, que atreverse a dar libre curso a un sentimiento<br />
casi incoherente. Así los dos criterios: el<br />
orgulloso, providente y bien codificado criterio<br />
europeo y el tenue, apocado e inseguro de sí criterio<br />
porteño, corren sin mezclarse, como un sistema<br />
sanguíneo, venoso y arterial, del organismo<br />
argentino.<br />
Hace unos meses, almorzaba con el gerente de<br />
una entidad bancaria. En la sobremesa y como<br />
aserto sin importancia, me dijo, sonriente: “<strong>El</strong> que<br />
en caso de apuro no clava a un banco, es un otario”.<br />
Esa era la sinceridad porteña de mi comensal.<br />
Días más tarde me habló de un cliente de esa<br />
institución de quien le solicité antecedentes. Me<br />
dijo: “Es un sinvergüenza. Lo clavó al banco”.<br />
Esa era su conclusión profesional, de filiación europea.<br />
Los que trampean a los bancos son sinvergüenzas<br />
sin investigar porqué los trampearon, sin<br />
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