Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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mola ni el más pequeño de sus antojos, no ya las<br />
inclinaciones en que su vida se derrama.<br />
<strong>El</strong> hombre porteño es dilapidador de reservas,<br />
munífico de afectos, dadivoso de bienes, si puede.<br />
Es hombre que no atesora voluntad ni peculios,<br />
hombre que vive en cada día el sueño de cada<br />
día. Es hombre que no guarda sus entradas excedentes,<br />
sino cuando apremian los compromisos,<br />
que no se desvive, ni mucho menos, por aumentar<br />
el monto de sus entradas. Es hombre sobrio de<br />
gustos, cuando la tentación de la mujer no se<br />
cruza. Es frugal de paladar y más encomia un<br />
bife a la parrilla que una abigarrada salsa francesa.<br />
Es sencillo de gustos e indiferente al ornato<br />
de sus residencias. Más quiere acurrucarse<br />
en un rinconcito con sol y aire, que artesonados<br />
y mobiliarios lujosos. Si el vino le gusta a ratos<br />
es porque robustece la amistad y le expulsa de<br />
sí mismo hacia afuera. ¿Cómo pudo ser tachado<br />
de codicioso, de ambicionar haberes de cuantía,<br />
un hombre tan mesuradamente conformado en<br />
peticiones corporales <strong>El</strong> error tiene una explicación.<br />
<strong>El</strong> porteño presenta una modalidad que<br />
fácilmente endereza a engaño al observador, y<br />
ratifica, oyéndolo hablar, su reputación mezquina<br />
<strong>El</strong> porteño desaprueba el trabajo desinteresado,<br />
el trabajo que no quiere o no consigue remuneración<br />
directa: lo juzga extravagancia de chiflado.<br />
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