Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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un cuerpo, pero no pudo torcer la voluntad de su<br />
espíritu. <strong>El</strong> espíritu de la tierra se mantuvo ileso.<br />
Gracias a él, no fue ésta una factoría extranjera,<br />
un emporio cerealista formidable, pero sin alma,<br />
sin cohesión, sin destino, sin más objeto que alimentar<br />
a Europa.<br />
Ahora, la República es una inconmensurable<br />
estancia moderna, macrocéfala, como todas las estancias,<br />
cuyo casco es Buenos Aires. Aquí, en este<br />
suntuoso caserío, apenas un cascote en la dilatación<br />
de la pampa, se lleva la contabilidad de las<br />
mermas, se surten los implementos requeridos por<br />
el laboreo agrario, se adquieren las máquinas y<br />
se mercan las cosechas y los ganados. Pero, bajo<br />
su embarullamiento cosmopolita de urbe comercial,<br />
también Buenos Aires mantuvo incólume su<br />
espíritu, fue fiel al campo, cuyo pensamiento y<br />
cuyo sentimiento sintetizaba, a través de todas las<br />
metamorfosis en que rebuscaba la realidad de sí<br />
misma, en que rebuscaba ser lo suficiente fuerte<br />
como para no atemorizarse de ser como es y como<br />
ha sido.<br />
<strong>El</strong> capital extranjero es, pues, acreedor a nuestra<br />
bienquerencia, y el <strong>Hombre</strong> de Corrientes y<br />
Esmeralda, aunque no se dobla en pleitesía, no<br />
le niega una sobria gratitud. Pero tierra y capital<br />
siguen plantados frente a frente, y por mucho que<br />
sea fructuoso, el capital es poder de alevosías que<br />
no debe descuidarse. <strong>El</strong> sentimiento del hombre<br />
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