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Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF

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el porteño no sufre, con tal de poder estar consigo<br />

mismo, divagando. Si lo sueltan, se iría a<br />

encerrar voluntariamente. En su casa, en un cine,<br />

en un café o en otro escritorio. En el Balneario no<br />

hay nunca nadie. Salvo los días en que el calor<br />

aprieta. Es una ciudad rica que tiene parques<br />

paupérrimos. <strong>El</strong> sol está sobre el río. Tarde primaveral<br />

o de otoño. Hay dos millones de haraganes,<br />

y ni una embarcación sobre las aguas. Buenos<br />

Aires es una ratonera. Por eso el que entra<br />

ya no se va.<br />

*DESENCUENTRO. — Las mujeres invaden<br />

las calles a la hora en que todos los hombres están<br />

enjaulados en sus oficinas. Al caer de la rarde,<br />

—cuando comienzan las sombras; más tarde<br />

en verano, más temprano en invierno— las<br />

mujeres huyen a sus casas despavoridas. Las<br />

pocas rezagadas se enjambran en algunas esquinas<br />

y aceras, en Suipacha, en Lavalle, en Corrientes,<br />

en Florida. Esas rezagadas alcanzan cotizaciones<br />

elevadísimas de miradas, de deseos, de<br />

apetencias. Entonces hacen su presentación las<br />

mercenarias. Quieren hacer creer que son las que<br />

huyeron y vuelven, pero no engañan más que a<br />

los muy apurados. Así en la posesión de la calle<br />

se procede por turno riguroso. Es tan inusitado<br />

encontrar de noche una mujer en la calle Corrien-<br />

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