Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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tivo tradicional. Más puede, por ejemplo, en<br />
Buenos Aires, la amistad o la simpatía personal<br />
que la presión económica o las sesudas argumentaciones<br />
de interés general.<br />
Resquebrajando la epidermis de los amillaramientos<br />
provisoriamente adoptados, el sentimiento<br />
precursor del hombre porteño busca alcanzar<br />
la verdad humana de los hechos. Su lenguaje es<br />
la primer fisonomía de sus sentimientos depuradores.<br />
<strong>El</strong> hombre porteño practica el lenguaje<br />
con la iniciativa verbal de un niño. Crea o inhuma<br />
vocablos, los retoca para acomodarlos, o los<br />
refuga sin contemplación. Retasa el palabrerío<br />
huero y mitiga la oquedad resonante del idioma<br />
castellano. <strong>El</strong> porteño desconfía de las palabras<br />
que en los libros se incautan. Las que él emplea,<br />
las quiere rebosando intuiciones, sensaciones directas,<br />
imágenes vividas y no rótulos de definiciones.<br />
En los vericuetos de su desconfianza, el hombre<br />
porteño presume que todo lo que se denomina<br />
se momifica, y que no hay palabras tan grandes<br />
como para empavesar toda la vida con ellas. Presume<br />
que lo no dicho, lo que nadie podrá decir,<br />
es incomparablemente superior a lo expresado.<br />
Presume, tasándolo en sí mismo, involuntariamente,<br />
que todas las dudas de Hamlet son tonterías<br />
retóricas ante el cúmulo de perplejidades que se<br />
arremolinan, se ciernen y se desvanecen en el<br />
más mínimo instante de la vida de cualquier<br />
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