Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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patán. <strong>El</strong> hombre porteño tiene animadversión<br />
a las síntesis, porque, según él, nada es malo ni<br />
bueno mientras no se lo designa. Por eso, es<br />
hombre de pocas palabras, que calla sin otorgar,<br />
hombre que se resiste a destruir la unidad de sus<br />
sentimientos y de sus percepciones y envasarlos<br />
en esas estrafalarias cajitas llenas de traiciones<br />
que son las palabras.<br />
Las palabras son juguetes peligrosos. <strong>El</strong> porteño<br />
las manipula, las baraja, se divierte con ellas,<br />
le gusta oírlas tejidas en frases, pero él no las<br />
emplea como mediadoras de asuntos importantes,<br />
es decir, no las emplea para clasificar a sus semejantes,<br />
al hombre. Con un cuidado inconsciente<br />
y sorprendente, evita anatematizar las personas,<br />
lapidarlas con adjetivos irrevocables. Sopesa las<br />
acciones y no los ejecutores. De preferencia, dice:<br />
“Jugó bien” y no “Juega bien”. “Fue generoso”<br />
y no “Es generoso”.<br />
Su afán de no inmovilizar lo humano, de no<br />
estructurarlo, ha creado un lenguaje de más en<br />
más esotérico e irreproducible en la escritura, en<br />
que la vida puede derivar sin estrellarse contra<br />
las palabras que la van registrando. Emplea voces<br />
más semejantes a interjecciones que a legítimas<br />
palabras. Son vocablos sin convicción, ambiguos,<br />
equívocos, cuya traza varía entre antagonismo e<br />
incompatibilidades preceptúales muy cercanas al<br />
absurdo. Cada una de esas palabras, involucra, a<br />
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