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Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF

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con su efusión díscola. Ya resolveremos el problema<br />

aparentemente contradictorio del caudillismo<br />

de nuestra política y mostraremos cómo el<br />

caudillo es también un ídolo impersonal: es otro<br />

símbolo de la misma pasión.<br />

Durante el último campeonato de box, en las<br />

Olimpiadas de Amsterdam, en 1928, en momentos<br />

que el telégrafo anunciaba que los boxeadores<br />

de peso máximo, seleccionados a puñetazos entre<br />

los hombres más fornidos de todos los pueblos,<br />

iban a dirimir en el asalto final el título de campeón<br />

mundial de aficionados, el <strong>Hombre</strong> de Corrientes<br />

y Esmeralda, caminaba, musitando: “No<br />

vas a perder Mono. No vas a perder Mono. No<br />

vas a perder...” Un mes después el Mono Rodríguez<br />

Jurado, campeón mundial de box de todos<br />

los pesos, era un ser anónimo en las calles de<br />

Buenos Aires. Ya no era un símbolo de la confraternidad<br />

emotiva, que es la única carta de ciudadanía<br />

porteña que confiere el <strong>Hombre</strong> de Corrientes<br />

y Esmeralda.<br />

<strong>El</strong> deporte logra así fisonomía de amor insubstancial<br />

—único a que asiente— en que el amor<br />

a la ciudad o a la ingratitud de los hechos, suple<br />

una desolación de amor. Es un sentimiento sin<br />

recompensa, renunciante. A un hombre con facha<br />

de obrero, cuyo solo júbilo eran las palpitaciones<br />

dominicales en que intervenía su club predilecto,<br />

yo le he oído esta frase de increíble abs-<br />

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