Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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les abonarán, no irían hasta la primera boca calle.<br />
Son así, al revés de los escritores europeos,<br />
muy superiores a sus realizaciones. Casi todos los<br />
individuos de la clase media tienen en su magín<br />
una idea, un proyecto, un invento, un plan de<br />
compañía, que si se realizara lo “dejaría podrido<br />
en plata”. Pero aunque algunos son viables y<br />
rendidores, los autores de los engendros “se dejan<br />
estar” y siguen vegetando en sus empleitos.<br />
Y no hacen nada, porque en el fondo la fortuna,<br />
la riqueza, el adineramiento, son fantasmagorías<br />
corroídas por el cotejo sentimental porteño.<br />
La riqueza ya no alucina al porteño. Homologa<br />
sus promesas en sí mismo, y si la fortuna es<br />
una fuerza que se agrega a él, algo así como un<br />
brazo, una pierna o una facultad más, la acepta;<br />
pero si la riqueza debe conquistarse mediante un<br />
holocausto de procesos vitales, la desecha, y da<br />
una excusa. Es malmirado el reniego franco de<br />
la fortuna. Si a un porteño se le ofrece partir<br />
para la Patagonia, en cuyas desolaciones llevará<br />
una vida retraída de cenobita y de donde volverá<br />
veinte años más tarde con un millón de pesos, o<br />
al año con cien mil “morlacos”, el porteño, sin<br />
aturdirse ante el cabrioleo de las sumas, balancea<br />
las pérdidas de vida y las ganancias de oro del<br />
ofrecimiento. Un millón es plata, pero veinte<br />
años son casi la mitad o el tercio, por lo menos,<br />
de la vida, durante los cuales estará como impe-<br />
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