Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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que usted podía desemejarse. Durante todo el trayecto<br />
fue y será el lector, el experimentador y el<br />
juez simultáneamente de mi veracidad. Usted sólo<br />
rastreaba la humanidad de estas páginas. ¡Ojalá<br />
hayamos acertado entre los dos!<br />
<strong>El</strong> hombre porteño no se rinde a ningún embaucamiento<br />
o compostura en que no coadyuvó<br />
personalmente o por mediación de un amigo porteño.<br />
No le deslumbra ni toma en cuenta, el éxito,<br />
la aureola, la gloría. É1 mira al hombre, no<br />
aquello que lo viste y alhaja. Cuando llega a<br />
Buenos Aires un viajero resonante, el porteño se<br />
aproxima a él, no a ilustrarse sino a carear los<br />
elementos vitales que pone en juego, a compararlo,<br />
involuntariamente, consigo mismo. De un<br />
sabio, de un artista, nadie pregunta “¿Qué sabe<br />
¿Qué enseña”, sino: “¿Qué tal es” Si le halla<br />
dotes superiores a las suyas, vivacidad, perspicacia,<br />
serenidad, coraje, presencia de ánimo, lo<br />
elogia sin restricción: “Che, el gallego es macanudo”.<br />
Un extranjero acaba de cruzar el mar en<br />
un solo saque, en un volido de aeroplano, por<br />
ejemplo. Ha cumplido una hazaña numerosa. Es<br />
un héroe. Al porteño eso no le interesa. Lo observa,<br />
apareándolo con él, y dictamina: “Che, el<br />
franchute es un papanata”. La hazaña es una<br />
cosa exterior al hombre. Para juzgarlo, él necesita<br />
escarbarlo, desnudarlo de predicamentos. Llega<br />
un paleontólogo, un pedagogo, un filósofo,<br />
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