Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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da por ligera envidia. Pero el porteño desdeña la<br />
inteligencia que vanagloria de sí misma, la inteligencia<br />
que no se aboca a los planteamientos de la<br />
vida común, esa inteligencia conceptual que se nutre<br />
de libros, de teorías, y no de sensaciones. <strong>El</strong><br />
porteño no lee, no es hombre de preparativos, sino<br />
de intuiciones súbitas. “Palpita”, juiciosamente,<br />
que en ningún libro hallará asistencia para sus incertidumbres.<br />
<strong>El</strong> <strong>Hombre</strong> de Corrientes y Esmeralda no desafía,<br />
ni aspira a desafiar, al europeo en el abroquelamiento<br />
de su cultura. Intuye que frente a un<br />
europeo, nuestros hombres más cultos, él se descuenta,<br />
son vulgares aprendices, intuye que lo<br />
primero que se aprende de un oficio son sus ignorancias<br />
y no sus sabidurías: sus facturas convencionales,<br />
sus mitos de gremio, sus trampas, sus<br />
falsías, sus petulancias. Y un fondo de desprecio<br />
es el honorario que entrega a los intelectuales que<br />
al modo europeo improvisan habladurías contra la<br />
improvisación. Y esa es una de las causas que en<br />
inavenible divorcio separa lo intelectual de lo porteño.<br />
“Para componer este ensayo o esta novela<br />
o esta historia se consultaron diez mil volúmenes”.<br />
<strong>Esta</strong> es vanidad de intelectual. La respuesta<br />
porteña a mano es: “Y a mí qué me importa si<br />
al final de cuentas erró. Y si acertó, ¿qué importancia<br />
tienen los diez mil volúmenes” O bien<br />
le dicen: “Yo soy mejor que Ud. y debo gober-<br />
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