Scalabrini-Ortiz-Raul-El-Hombre-Que-Esta-Solo-Y-Espera-PDF
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él que para los otros, los juicios se amansan y humanizan<br />
en la vecindad de ese gran pavor. Por<br />
eso el porteño es indulgente al sentenciar acciones.<br />
Hay algo de Juicio Final en el juicio del <strong>Hombre</strong><br />
de Corrientes y Esmeralda. No abruma a nadie<br />
con calificaciones irrecusables, como si los principios<br />
que sustentan su juicio fueran provisorios, denunciables<br />
ante principios más generales y humanos.<br />
Bajo la acrimonia de moldes que reproducen<br />
los asesoramientos del juicio europeo, vibra, simultáneamente,<br />
en el porteño, un incansable: “Vaya<br />
a saber cómo fue”, es decir una condena abundosa<br />
en atenuantes. En política la condescendencia<br />
alcanza puntos descabellados. “Pero, che, ¿cómo<br />
vas a votarlo a fulano ¡Es un atorrante y dicen<br />
que es coimero!” “Bah, se dicen tantas cosas”.<br />
La evasiva no repulsa la acusación. Es una excusa<br />
sintética: “Es muy difícil, quiere decir, que un<br />
hombre en su situación no se deje vencer por las<br />
tentaciones. Los que ahora son honrados por falta<br />
de ocasión quizá hicieran lo mismo que acusan,<br />
o algo más reprochable”.<br />
<strong>El</strong> juicio porteño es pronunciamiento de conciencia<br />
que al juzgar no olvida que es efímera y<br />
por lo tanto falible. Es sufragio que, en su impotencia,<br />
se entrega a la erratilidad de la afección.<br />
Un juicio ingenuamente humano que desecha de su<br />
discernimiento toda consecuencia posterior. Este<br />
contrapeso porteño gravita solamente en la fami-<br />
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