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Elena Pellús Pérez - RUA - Universidad de Alicante

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[XIV. Sobre el naufragio <strong>de</strong> Cortés]<br />

Place contar <strong>de</strong> este hombre, que tan gran jefe fue <strong>de</strong>spués,<br />

un gran naufragio muy digno <strong>de</strong> narrar y <strong>de</strong> compasión.<br />

Búrlense quienes quieran y quienes estén convencidos <strong>de</strong> que<br />

los asuntos <strong>de</strong> la naturaleza humana giran y suce<strong>de</strong>n fortuita<br />

y casualmente. En efecto, creo que, en la disposición eterna,<br />

recorre a cada uno un or<strong>de</strong>n fijado por una ley inmutable.<br />

Solía Cortés, cuando estaba <strong>de</strong>socupado <strong>de</strong> guerras, visitar<br />

a los indios que trabajaban extrayendo oro, o a los colonos<br />

que trabajaban su tierra sin <strong>de</strong>scanso. Una vez, cuando<br />

había navegado <strong>de</strong> la costa <strong>de</strong> Bani a Barucoa, había levado<br />

anclas y soplaba una dulce y suave brisa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tierra. Pero<br />

mientras navega, el viento empieza a levantarse y a soplar<br />

más fuertemente <strong>de</strong> lo habitual. Al principio Cortés no hace<br />

nada por el viento, pero cuando ha avanzado un poco, puesto<br />

que el viento sopla más y más a cada momento, tiene mucho<br />

miedo. Finalmente, <strong>de</strong>sespera <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r dirigirse sin peligro<br />

a Puerto Escondido—así lo llaman—al que la tormenta caída<br />

le había hecho pasar <strong>de</strong> largo, puesto que, sin duda, si<br />

quisiera conducir y virar la proa <strong>de</strong> la canoa en otra dirección<br />

<strong>de</strong> la que iba directamente, las olas volcarían la barca y<br />

la hundirían lejos. Por esto, estando a punto <strong>de</strong> anochecer,<br />

esforzándose en ir más allá <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había salido, se levanta<br />

una marea con mucho oleaje que impi<strong>de</strong> a la canoa, dada la<br />

vuelta, ser llevada por los remos. Se había quitado ya la ropa<br />

para arrojarse en el mar, pero era evi<strong>de</strong>nte el doble peligro,<br />

para quien nadara y para quien siguiera navegando. De esta<br />

manera, agita los remos con gran empeño y con cuanta fuerza<br />

humana podía tener, y la hizo avanzar como las olas que<br />

lo llevaban golpeaban. Creyeras que la canoa se hundía con<br />

cada una <strong>de</strong> las olas y cayera hasta la profundidad; finalmente<br />

las olas volcaron la canoa.<br />

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