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106 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />
de trabajo con un diccionario español-inglés bajo el brazo, como tabla<br />
de salvación para no naufragar en un mar de términos alquilados<br />
de la lengua de Shakespeare. Otras veces, y no pocas, se trata de híbridos<br />
esperpénticos, que harían convulsionar a dúo a Cervantes y a<br />
Shakespeare. Los extranjerismos son bienvenidos cuando nombran un<br />
objeto que carece de designación en español. Lo inaceptable es cuándo<br />
desplazan sólidas palabras castellanas. Es un crimen de lesa lengua<br />
llamar bullying al viejo matoneo», comenta el periodista Daniel Samper<br />
Pizano, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.<br />
Para Samper, en más de un caso existe «una voluntad expresa de<br />
desprestigiar el español». Ejemplo de esto, afirma, es el norte de Bogotá,<br />
«lleno de avisos en inglés: Home delivery, After hours, Free drinks,<br />
etc. Lo que se pretende es dar al negocio un aire de sofisticación chimbo<br />
y cobrar mucho más caro las mercancías.<br />
Lo mismo ocurre, en su opinión, con los nombres de los centros<br />
comerciales «No se llaman Plaza San Fernando, por ejemplo, sino San<br />
Femando Plaza». Es un ejercicio de mercadotecnia para darse ‘prestigio’<br />
a costa del español.<br />
Después de atinadas consideraciones, ejemplos y transcripciones, el<br />
comentarista afirmó:<br />
Y no son solamente los anglicismos<br />
De la mano con el auge de palabras prestadas del inglés, se vive otro<br />
fenómeno basado en un uso entre inadecuado y estrambótico de términos<br />
que no necesariamente provienen de otras lenguas. Con frecuencia<br />
se leen en las redes sociales reclamos de ciudadanos<br />
desconcertados o estupefactos –los más puristas– porque en el banco<br />
les dieron una lista de documentos para «aperturar» una cuenta de<br />
ahorros. Quizás ese funcionario también es de los que les piden a sus<br />
colegas «direccionarle un email».<br />
Muy común también es el abuso sistemático del verbo escalar, en<br />
particular en las líneas de atención al cliente o ‘call centers’. Sus operarios<br />
suelen prometerle al agobiado interlocutor que «van a escalar su<br />
caso». Ocurre algo similar con el verbo validar, que según la RAE significa<br />
«dar fuerza o firmeza a algo», pero que en el universo de la atención<br />
al cliente se ha convertido en comodín lingüístico. «Permítame<br />
validar su petición», «antes de presentar el reclamo debe validar el